19 abril, 2011
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Mundo en liquidación

Un mundo en liquidación.Un tsunami de cuerpos en oferta refresca las caras de Roca y las Islas de edición, inundando de pánico las grietas del inminente apocalipsis, que ya negocia su trasmisión en vivo, con las grandes multinacionales de la comunicación. Ajustando las noticias a la medida del producto, la prensa comprime la realidad en una caja, como reduce la literatura a un límite de caracteres, en esta pelopincho de subjetividades que se impone como un mar de objetividad. Uno y mil desinformadores de traje analizan y venden la crisis de Japón, con el mismo rigor que repasan la Guerra de Malvinas, desde las gargantas eyaculadas y las páginas achicharradas que el olvido pretende reciclar, disfrazado de vorágine informativa, como si no estuvieran manchadas para siempre, por los whiskys de tantos Galtieris, que ya ni siquiera veremos vomitar.

Indigestada, el último 24 de marzo, La Poderosa salió a la calle a exigir el castigo para los civiles cómplices de la dictadura militar. Y ahora, se levanta por nuestros pibes de Malvinas, para lanzar un grito que haga estallar la editorial Atlántida, ésa que dejaba espiar sus orgías con los represores, en El Gráfico, donde publicó esta carta que jamás le escribió a su hija el capitán del seleccionado holandés, Ruud Krol.

“Mamá me contó que lloraste mucho porque te dijeron cosas muy feas de Argentina. Pero no es así. Es una mentirita infantil… Esta es la Copa de la paz… Papá está bien. Tiene tu muñeca y un batallón de soldaditos que lo cuidan y disparan flores. Diles a tus amiguitos la verdad; Argentina es tierra de amor”.

El miserable que redactó el texto, con la punta de una picana remojada en sangre, se dijo periodista, pero si él es periodista, a nosotros dígannos Rodolfistas. Se llama Enrique Romero, Enrique Romero, Enrique Romero. Bah, se llamaba, cuando murió, injustamente afuera de la cárcel, tras haber asumido la autoría de la carta, “pero con aval del jugador”. La versión de Krol, que no apoyaba al EAM 78 con la fidelidad de El Gráfico, no dice lo mismo: “Fue indigno, artero y cobarde. Jamás escribí eso”.

No fue un ingenuo, ni un periodista. Fue un sorete, como Samuel Gelblung, que dirigía esa canallada llamada Gente, así como hoy habla de “la subversión”. Como Mirtha Legrand, que gestionaba con Harguindeguy la liberación de su sobrina, en la misma época que se indignaba por “las barbaridades que dicen en el exterior”. Como Aldo Proietto, cara de Fox Sports y brazo derecho del Almirante Lacoste. Como Franco Macri, que multiplicó su patrimonio con la dictadura y las condonaciones de la deuda. Como Joaquín Morales Solá, que desde el llano tucumano alentó al “Operativo Independencia”, inaugurando el exterminio. Como Mariano Grondona, que escribió las “Bases políticas del Proceso”, firmadas por Agosti. Como Ernestina Herrera de Noble, que adoptó una posición infame y dos bebés robados. Como Raúl Portal, Mauro Viale y Julio Lagos, defensores de los torturadores, frente a “la campaña Anti-Argentina”, que en su teoría representaban los exiliados, con sus verdades. O como la familia Vigil, que sigue vendiendo mierda, como vendió la recuperación de las Islas. Nuestra soberanía, no se discute. Mejor, discutamos cuándo van a pagar los jefes de prensa de la Junta Militar, todo lo que nos han robado, a nombre de su Dios y su Patria. Hay 649 pibes muertos que, al igual que Krol, denuncian la cobardía, desde esta revista villera que supieron incubar. Pero vamos a un corte.

El pueblo qom no está pintado.Ya mucho antes de las impostadas fronteras, el capital les cortaba las venas a los pueblos de América Latina. Y hoy, ni acampando, ni muriendo, los habitantes originarios logran ubicarse en el centro de la escena. Ni siquiera han contado en marzo con ese espacio reservado por el mercado televisivo para vender estremeciendo, copado por el delivery de morbo y la canilla libre de pelotudés que regó el tsunami desde Japón. Horas y horas de noticias, dan miedo, dan angustia y, si es gratis, dan bronca también. De pedo, quizá, con música mala, golpes bajos y falsa moralina, enmarcan una lágrima indígena. Pero vamos a un corte.

No señalamos la macroeconomía, ni el superávit fiscal, sino la piel colgando de los huesos de la clavícula, en un viejo de El Impenetrable. Ya no sufrimos el terror de Estado de los 70, ni el Estado de terror de los 90, pero las comunidades indígenas siguen padeciendo el genocidio que iniciaron los pintorescos conquistadores de los manuales de grado. Y mientras el rating compara a un toba desnutrido con el naufragio musicalizado del tránsito japonés, se invisibilizan los qom pidiendo justicia a cuadras del obelisco, sin entorpecer el tránsito que tanto le preocupa a TN. Todo parece mugre ahí, en la caja estúpida, irónicamente repleta de jabón en polvo e impecables oradores que dejan en el pasado los fusilamientos en La Primavera, como dejarán en el futuro la readjudicación de sus tierras.

Duele el 19 de abril, otro más sin motivos para celebrar, como duelen las emociones lavadas por el agua fresca que quita el maquillaje. Porque no se trata de pedidos extraordinarios, ni ordinarios: los qom están pidiendo agua y tierra. Su agua y su tierra. Pero vamos a un corte.

Ya mucho antes de las digitales banderas, el capital sacudía las tripas de la pachamama, con sus bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki. Y hoy, vuelve a temblar Japón, presente en cada firma y cada página de la revista villera, de sus venas abiertas. Aparece, por esos brazos que abraza el internacionalismo solidario tan fomentado por Fidel, que algo venía anticipando acerca de las sucesivas tragedias atribuidas íntegramente a la naturaleza, por los paladines del liberalismo, con la misma perversión y liviandad que siempre han entendido al ‘orden natural’. No lo han escuchado, y no lo escucharán. Otra vez dará la historia, el martillazo sublime de su absolución, porque aunque la ciencia exculpe al hombre por el tsunami, ese desarrollo a cualquier costo alumbra con sus cámaras el notable infortunio que curiosa y sistemáticamente, ante cada catástrofe, padece la clase trabajadora, acreedora eterna del mayoritario caudal de víctimas, científicamente expropiadas del derecho a la vida.

De un video extraído de un supermercado y perdido en el ciberespacio, no sólo se desprende la antesala del terremoto en Japón, sino también el lugar de privilegio reservado desde siempre para el ser humano, en los planes del capital: los repositores no corren para salvar sus vidas, ni para salvaguardar a sus hijos… Frente al temblor, sostienen las góndolas, para proteger la mercadería, en una postal inapelable: la libertad del mercado liquida la libertad de los pueblos. Y ya presos entre las góndolas de su naturaleza, nos ofrece morir así, como mártires, dando la vida por nuestros semejantes, dando la vida por otras mercancías.

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