10 agosto, 2016
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El fixture de los cortes de luz

En medio de amenazas de desabastecimiento energético que pretenden respaldar el tarifazo de las empresas, las villas sufren más que nunca la carencia del servicio. Y no se trata sólo del cableado, de los kilovatios consumidos o la temperatura de este invierno: el problema es en qué barrios las empresas eligen “ahorrar” energía. Hace un mes y medio, cuando empezaba la estación más fría del año, los vecinos de la Villa 21-24 de Barracas tuvimos una “mesa de emergencia eléctrica” con representantes de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, la Unidad de Gestión e Intervención Social (UGIS), Edesur y el gobierno porteño. Pero… ¿a que no saben qué pasó? Sí, cada vez nos chamuyan peor. Nos dijeron cara a cara que ya no iba a haber cortes de energía: podían estimarlo dado que eran programados. Y que nos quedáramos tranquilos, porque pondrían transformadores en tres sectores del barrio: Alvarado, Osvaldo Cruz e Iguazú.

 

Una semana después de esa reunión llegaron los nuevos postes de luz de parte de la UGIS al barrio San Blas de la Villa 21-24, llenando de esperanza a nuestros vecinos y vecinas. Pero todo quedó en aquella ilusión, porque nunca se recibieron los prometidos transformadores y, desde entonces, los cortes de luz se volvieron más constantes.

 

Para que quede claro el calvario en el que nos hacen vivir por esta deficiencia del servicio, armamos una grilla que grafica la inoperancia estatal y privada. Acá está el fixture de un partido sin ganadores, en el que la UGIS y Edesur se pasan la pelota entre ellos, cagándose en nosotros.

 

11 de julio – 19 a 22 sin energía.

12 de julio – 17 a 21 sin energía.

13 de julio – Todo el día sin energía.

14 de julio – El corte del día anterior continuó y los vecinos cortaron todas las avenidas de la villa. Fue un día clave ya que los trabajadores de Edesur comenzaron un paro y les servía que nosotros, los villeros, estuviéramos quejándonos en la calle para así presionar con más fuerza por sus propios salarios.

15 de julio – Cuando Edesur levantó el paro, volvió la luz.

16 de julio – Se cortó la energía a las 18 y pasamos toda la noche sin luz.

17 de julio – Volvió el servicio a las 10 pero las 18 se cortó nuevamente.

18 de julio – Regresó la luz a las 10 y las 18.15 hubo un nuevo corte.

19 de julio – Volvió a las 10 pero se cortó una vez más, a las 19.

20 de julio – Regresó la luz a las 9 pero…no duró.

 

Como queda demostrado, no hay inventos ni exageraciones. Y esta vez, para colmo, todo se agravó porque los empleados aprovecharon nuestra bronca para sumar fuerza en su reclamo. Podríamos arrancar contándoles sobre esta problemática cuando nació la villa y continuar la grilla hasta la fecha. Incluso justo ahora, en el momento en que escribimos esta nota desde la redacción, vemos algunas casas de vecinos sin luz. Aunque quieran descalificarnos, nosotros seguiremos reclamando. Porque, la verdad, no hay que ser muy ilustrado para darse cuenta de que son cortes programados… y que siempre los programan para el mismo lado.

 

Nos vienen con el cuento de los problemas de cableado, las cajas o dicen que el suministro no alcanza. Pero, ¿saben qué? Molinos, Clarín, La Nación, Coca Cola, Pepsi y varias empresas más que rodean al barrio tienen cientos de máquinas en funcionamiento durante las 24 horas, y sus grandes reflectores nos miran desde lejos, como burlándose, encendiendo nuestra bronca los 365 días del año. Claro, hay que entender que el déficit energético corre sólo para nosotros, porque ellos… Ellos no. Ellos no tienen miles de cableados o cajas eléctricas funcionando sin parar.

 

Como muchas otras veces, hubo que esperar el desastre para que la situación cambiara. Cuando una decena de casas se quemó, nos dieron un respiro y un poco de luz. Claro que, en ese camino, hubo vecinos y vecinas que perdieron absolutamente todo lo que tenían. Y lo único que recibieron fueron visitas de la UGIS, de Edesur y del Ministerio de Desarrollo Social, así como de Telefe y La Nación, que entonces sí, ahora sí, encontraron una noticia para transmitir. Pero sabemos que eso es poco y nada porque lo que necesitan es ropa, garrafas, camas, roperos, colchones, útiles escolares, frazadas, zapatillas y materiales de construcción, y también cuestiones no materiales, como facilidad para tramitar sus DNI y contención psicológica. Todos esos fantasmas siempre esperan que el fuego consuma todo lo que consiguió el sacrificio de un vecino para darnos tres días de una lámpara resplandeciente. La historia siempre es la misma: aparecen de repente y nos hacen la cabeza, para después irse a la mierda. Porque luego de esta cadena de velas que cayeron pudimos tener luz y sentir un poco de tibieza en medio del invierno, al enchufar una estufa. Sin embargo, eso no duró nada y al poco tiempo volvimos a estar en la misma.

 

En medio de los cacerolazos o ruidazos, ya cotidianos en todo el país, nuestros reclamos son fuertes pero, al parecer, resultan invisibles. Nadie nos oye, nadie nos ve. Por eso queremos que, con estas letras, degusten la amargura de los viejos, los niños y los enfermos por la carencia de energía eléctrica, sientan el frío que padecemos y huelan el humo de las cientos de ruedas que seguimos quemando en las avenidas, en resistencia y en reclamo de nuestro derecho.

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