13 noviembre, 2016
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Volver al Arturo

Desde la raíz de Recoleta hasta la retórica de Zavaleta, nuestro país tiene una alegórica grieta que nació con su historia, casi tan antigua como la memoria, pero entre peronistas y radicales se han forjado puentes trascendentales que nos permitieron soñar un camino como sociedad, sin renunciar a un destino de libertad. Pues a la hora de esa instancia superadora que nos encanta, mirando al futuro sin mala leche, sigue gritando la garganta de Arturo Jauretche, siempre a favor del pueblo trabajador y en contra de todas esas verdades importadas, que aún están sobrevaloradas: “Asesorarse con el FMI es como ir a un almacén por ahí, con un pequeño manual en el monedero, pero escrito por el propio almacenero”. Sobre la proyección de una moral sin moralina, trazó la Orientación Radical de la Joven Argentina y gozó del yrigoyenismo con el mismo optimismo que abrazó al peronismo, hasta que una “Revolución Fusiladora” disparó su obsesión revisora todavía con más ahínco, en el periódico “El 45”, ése que tantos presumidos debieran volver a leer: “Los pueblos deprimidos jamás llegan a vencer”. Fallecido, pero renacido, tras haber vencido al olvido, su obra cobra un valor fundamental para los villeros y las villeras que nos guiamos con su “Manual de zonceras”, porque muchas de sus ambiciosas ideas hoy renacen en poderosas asambleas independientes, cada día un poco más vigentes: “Esos periódicos tan celosos de la censura, ante cualquier gobernante, se autocensuran sin problemas cuando se trata de un auspiciante”. Arcoíris de grises, mirada de lince, cuaderno de laburo…

 

¡Felices 115, eterno Don Arturo!

 

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