5 junio, 2018
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El amor aflora

Y voló, voló.

 

Gastón se ahogó en la mierda de la gente, literalmente, porque no sólo incumplían la ley de urbanización, clavándole un freno, sino que prohibían el ingreso de materiales a la villa Rodrigo Bueno, para que los vecinos no pudiéramos arreglar los destrozos, ni las casas, ni nuestros pozos. Se murió a los 13 años, pero nunca se marchó. Se quedó acá, respirando el oxígeno de la Flora, su mamá, regada de lágrimas y dignidad por esta misma comunidad que un día debió llorar a María y otro incendio mortal, en el umbral de los negocios inmobiliarios que inhibieron las obras en los barrios. Se murió a los 5 años, pero nunca se calló. Siguió gritando en las poderosas gargantas de una familia peruana que dijo basta, basta de sangre latinoamericana, ¡basta de callar! Ha dicho basta y ha echado a andar, por todos esos cuadernos bajo el fuego de los infiernos, que se prenden como cartón.

 

Y se apagan como televisión.

 

Fuego y pasión.

 

Pues ahí mismo, hoy existe otro periodismo y otro medio de comunicación, además de una plurinacional asamblea de vecinos que nos alimenta de sueños clandestinos, de sobremesas, de verdura. Y de todas esas durezas con ternura que reemplazan a las hipocresías, en tiempos de paneras vacías. «Las retiramos de las escuelas, porque tomamos la decisión de dar un mejor plan de alimentación». Y no, todavía no llega Clarín a preguntar por «la nueva comida», así que mejor péguense una corrida hasta el jardín de la escuela 10, en pleno reino del revés, para que la seño les haga la semana, con ese menú tan rico: «Media banana, los martes, para cada chico».

 

¿Pero quién se puede alegrar por un merendero? Quizás, noticiero, esas 150 personas a la vista que conforman nuestra lista de espera, en el «Miski Mate Kamby» o en un comedero cualquiera, donde todos los días comen 85 niñas y niños como María o como Gastón, persiguiendo «la utopía de la nutrición», gracias al andar de la propia comunidad. ¡Y a pesar del Gobierno de la Ciudad! Rifas, bingos, ferias y trabajo voluntario, entre corresponsales de ningún diario, permiten sostener al comedor en funcionamiento, que hace 2 años espera su reconocimiento. Y por eso, este relanzamiento a toda orquesta, entre la fiesta y mil sorpresas emotivas para esas madres combativas que no quedaron mudas ante un dolor, ni una topadora…

 

No tengan dudas,
¡el amor a Flora!

 

Un largo camino al cielo…

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