4 octubre, 2015
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¿Por qué Lula?

¿Por qué Lula?

De Pablo Gentili,
Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales – CLACSO.
para La Garganta Poderosa.

Lula es, sin lugar a dudas, una de las principales personalidades políticas del siglo XXI y será recordado como una de las figuras más destacadas en la historia latinoamericana y mundial. Esto es lo que lo convierte en uno de los ícono del odio clasista sobre el que se han edificado nuestras sociedades oligárquicas y coloniales. No hay lugar en nuestra historia oficial para los héroes de los pobres, de los abandonados y excluidos, de los sin derechos y de los sin techo, de los sin tierra ni escuela. No hay lugar epistemológico ni simbólico en el imaginario de nuestra historia oficial para que uno de los otros, uno de aquellos niños de pies descalzos que alguna vez pasó hambre, haya llegado donde Lula llegó.

Lula: un inmigrante en su propia tierra; un niño campesino del nordeste brasileño, del sertão, una de las regiones más pobres y abandonadas del mundo; un joven aprendiz sin educación formal, portador apenas de un diploma de tornero mecánico; un obrero metalúrgico; un líder sindical. Uno de los que siempre sufren sin chistar. Uno del pueblo. Uno de aquellos que sólo son invitados a participar como espectadores de una historia que los ignora o, cuando reconoce su existencia, no les brinda otra cosa que su más despótico desprecio. Lula: uno igual a tantos otros, pero que lideró la construcción de uno de los más poderosos y combativos sindicatos metalúrgicos del mundo, así como una central sindical (la CUT) que inauguró una nueva forma de organización, reivindicación y lucha en el movimiento obrero latinoamericano. Lula: el fundador del Partido de los Trabajadores, una de las mayores organizaciones de izquierda del planeta. Lula: el primer presidente obrero de Brasil.

Lula: el que no ha dejado de ganar elecciones. Lula: el obrero sin escuela que ya ha cosechado más de 50 doctorados honoris causa. Lula: un niño campesino que hoy visita cualquier país del mundo recibiendo reconocimientos, y en los que miles y miles de personas lo esperan sólo para tocarlo, para tomarse una foto o para decirle algo de eso que sólo se les dice a los que alguna vez hicieron algo para que el mundo fuera un lugar más digno de ser vivido. Lula: el que sacó al Brasil del mapa mundial del hambre; el que promovió una política social que le permitió a 35 millones de personas dejar de ser pobres; el que duplicó la matrícula universitaria e hizo que, por primera vez, los hijos de los pobres pudieran tener un diploma universitario; el que multiplicó derechos y oportunidades; el que gobernó una de las 10 economías más poderosas del mundo por 8 años. Lula: el que volverá y seguirá siendo millones.

Por eso la derecha y sus organizaciones odian tanto a Lula. Por eso lo atacan y lo atacarán siempre.

Tuve la alegría y la emoción de participar de tres inolvidables momentos de encuentro entre La Poderosa y Lula. El primero, en diciembre de 2013, en Brasilia, mientras se desarrollaba el Foro Mundial de Derechos Humanos. En el cierre del evento, los enviados de La Garganta fueron invitados a la sala especial, donde Lula recibiría amigos y compañeros después de su memorable intervención. Yo le había contado a Lula sobre Zavaleta y sobre Kevin, sobre el crecimiento territorial de la organización y sobre su proyecto de comunicación popular, que no paraba de crecer desde las villas de todo el país. Cuando supo que ellos estaban allí, se acercó a saludarlos, a conversar unos minutos, a mirar el último número de la revista y a sacarse unas fotos.

La segunda vez fue cuando me encomendaron que, en uno de los encuentros que tuviera con él, le entregara un ejemplar del libro de La Garganta que acababa de ser publicado. Era una tarde calurosa en San Pablo y yo me encontraba en el patio del Instituto Lula, conversando con algunos compañeros, cuando él llegó sonriente y animado. Comenzamos a conversar y me dijo; “¿qué tienes ahí?”, señalando el libro que llevada sobre mi carpeta negra. Sin esperar la respuesta, me lo sacó de la mano y comenzó a hojearlo, a reírse y a ponerse serio, a mostrarlo al resto del equipo que había llegado con él. “Me acuerdo de ellos”, dijo, y agregó: “Sacame unas fotos y mandáselas… Ojalá hubieran más y más proyectos como éste”.

La última vez que participé de un momento de encuentro entre La Poderosa y Lula fue hace unos pocos días, en la UMET, en el momento que se relata en la revista y sobre el cual poco puedo agregar a lo que aquí ya fue contado.

No me resulta nada sorprendente la simpatía y el reconocimiento que Lula tiene por La Poderosa y por el trabajo que realiza este extraordinario movimiento de lucha y de dignidad. Tampoco, el tiempo que dedicó a “festejar su cumpleaños” con algunos de sus referentes, un día en el que centenas de personas, organizaciones y medios de comunicación suplicaban por verlo.

Fueron varios minutos ante la sorpresa incrédula de decenas de corresponsales y periodistas de algunas de las principales redes de noticias del país y del exterior.

Cuando salimos, uno de los periodistas que insistían desde hacía días por una nota exclusiva con Lula, me preguntó sin disimular su indignación: “¿Por qué los atiende a ellos?”. Lo miré sabiendo que se me abría la oportunidad de realizar allí una quizás insignificante venganza contra el poder destructivo de la prensa conservadora. Y le dije: “Lula los atiende porque es uno de ellos, no porque lo haya sido, sino porque lo sigue siendo”.

¿Por qué Lula?

Lean este número de La Garganta Poderosa y van a entender por qué.

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