No se murió, ¡la mataron de abandono! La mataron de desidia, la mataron de indiferencia, la mataron de mezquindad. O qué nos van a explicar, ¿ahora sí quieren escuchar? Acaba de perder la vida Torobia Balbuena, una vecina de 84 años que apareció anónima varias veces en las denuncias que publicamos, cuando decíamos literalmente: «Los padres de la primera contagiada tienen 84 y 85 años, viven en la misma casa y comparten inodoro con 11 personas más».
Casi 48 horas después del resultado positivo que recibió su hija, sí, dos días después, nos llamaron los responsables de Contactos Estrechos de la Ciudad, para «pedirnos» el número de teléfono de sus padres, cuando ya no sabíamos en qué medio nos faltaba denunciar sus falsos operativos. «Ellos fueron aislados» decían públicamente, antes de pedirnos el teléfono, amparados en el silencio forzado de muchos vecinos que temen por su vida, pero también tienen miedo de perder sus casas, en un barrio que por supuesto sigue padeciendo desalojos y suba de alquileres, en la más absoluta informalidad. Confirmada en «la tanda de nuevos contagios», la madre del «Caso Cero» quedó internada el domingo último por Covid-19. Y ahora su esposo, Ramón, llora su fallecimiento desde otra cama del mismo hospital, porque también está contagiado.
Hace más de 70 años que la Villa 31 viene peleando por su derecho a la vivienda digna y hace más de 10 que venimos escuchando como promocionan una «urbanización» de fantasía, que tiene McDonalds, pero no puede garantizar el derecho al agua. «Las villas, el otro grupo de riesgo», anunciaba el primer informe que publicamos hace un mes. No leyeron, no escucharon, no respondieron, no reaccionaron: hace apenas diez días, tenían apenas 300 camas para 25 mil personas mayores que habitan la Ciudad en condiciones habitacionales infrahumanas, donde día por medio nos quedamos sin luz, donde se corta el agua con o sin cuarentena, donde no llega el gas, ¡donde no llega el Estado! Lo dijimos, lo gritamos, pero miraron para otro lado. ¿Y ahora qué dirán? Que ya estaba vieja, que no saludaba con los codos, que cuánta mala suerte, ¡siguen mintiéndoles a todos y acá ya llegó la muerte!