Los nueve años que lleva el tercer recorrido de La Poderosa, el primero sin Ernesto, han servido para definir un rumbo, que se sigue ratificando y rectificando, día a día, de manera viva y colectiva, siempre sobre las bases de una lucha permanente, desde la acción comunitaria, para la transformación. Semana a semana, en las asambleas poderosas de Buenos Aires, Tucumán, Córdoba, Neuquén, San Luis, Capital Federal, Jujuy, Chubut o Entre Ríos existen espacios fundamentales de rondas de reflexión que sirven para el intercambio de opiniones que fortalece nuestras posiciones en la batalla de ideas que estamos librando, para cambiar la historia, sin armas de por medio.
En otra coyuntura, diferente a la que envolvía las teorías de muchos de nuestros referentes y también distinta a los tiempos del Che, encontramos dos necesidades imperiosas, desde la misma línea de pensamiento, para hacer efectiva nuestra revolución: el fortalecimiento de las comunidades excluidas y el acercamiento a esa realidad de quienes erróneamente se encuentran ‘apolíticos’ y hallan en los errores de personajes siniestros una buena excusa para no tener que mirar la pobreza, la miseria, el hambre y el dolor.
A esos dos fines, en La Poderosa, solemos llamarlos ‘transformación externa’ y ‘transformación interna’, ya que el primero apunta a revertir las condiciones inhumanas que invitan en el mejor de los casos a la supervivencia y el segundo pretende modificarnos a nosotros mismos, desde nuestro compromiso y desde la causa que motoriza ese compromiso.
Persiguiendo la utopía del Hombre Nuevo, con la luz del faro cubano, hemos asentado bases que nos sirven de escudo en esta lucha, frente a las violaciones que tantas veces han sufrido tantos otros movimientos populares, colectivos y de base. De ahí, el anonimato, que garantiza el no aprovechamiento del movimiento en pos de fines personales, o electorales. Quien haya sido militante de La Poderosa, bien podría el día de mañana emprender una lucha partidaria, pero en ese caso no se cargaría en su mochila el esfuerzo comunitario de muchos otros compañeros. A su vez, el anonimato nos invita a luchar desde un lugar desinteresado, que choca de frente con el asistencialismo y con el lavado de imagen pública al que tantas veces recurren los dueños de casi todo, esos mismos que encuentran en la miseria, un efectivo laverrap.
Camino al Hombre Nuevo, somos voluntarios no rentados absolutamente todos los militantes, pero a la vez intentamos generar recursos para poder sostener el trabajo comunitario de los vecinos que históricamente han transitado esta lucha en condiciones miserables. Y el mecanismo de financiamiento de los espacios, talleres o actividades artísticas y deportivas, para el fortalecimiento de los barrios, va de la mano con el acercamiento a la lucha de quienes han quedado lejos de la carne viva de la América más lastimada.
Con una cuota social, que abona un gran número de socios, sin ser aun militantes o sin participar todavía en las actividades barriales, se sustentan por ejemplo las camisetas de los equipos de Fútbol Popular, cuyos colores surgen de las reflexiones con los jóvenes, para que sólo ellos, y nadie más, defina la identidad de su barrio. Al mismo tiempo, esa ‘cuota’ sirve como linda excusa para mantener a todos los socios al tanto de las actividades que se realizan en los barrios, y así invitarlos una y otra vez a conocer las caras de los pibes, las marcas de los pies que caminan descalzos.
Sabemos que vivimos una realidad que aliena mediante sus medios de producción, de comunicación y de educación, y entendemos que no partimos de una coyuntura que invita a soñar una lucha de masas contra la propiedad privada y la explotación del hombre por el hombre. Sabemos que este sistema de alienación ha ido avanzando en el tiempo, ganando terreno, y que hoy tenemos que invitar a mirar. En una realidad que invita a no ver, frente a una televisión que enceguece y diarios plagados de mentiras, elegimos trabajar e invitar a ver. “El saber nos hace responsables”, decía un común amigo de todos los que respiramos La Poderosa.
Sobre esas bases se forma y crece esta organización, con la idea de seguir expandiendo la lucha en toda América Latina, rumbo a una misma utopía. Respetando la diversidad cultural de cada región, La Poderosa tiene esos puntos de encuentro entre todos sus focos y se hace sostenible por la legitimidad que construimos en un proceso histórico, de trabajo en los barrios. Tan sostenible desde el discurso la promesa de un mundo mejor, en La Poderosa creemos que tal propuesta y cuál convicción decanta en la práctica, porque sólo arremangados podemos conocernos de verdad.
Así nació y vive La Poderosa, con el fin de seguir creciendo y afianzándose día a día, ramificándose por toda América Latina, no para presentar nuevos candidatos en la puja electoral, sino para compartir las sensaciones, que activan los corazones y modifican las condiciones, que determinan las conclusiones, que definen las elecciones. Vamos en La Poderosa, con los ideales que representa el Che, y la convicción absoluta de que podemos transformar la realidad. Porque ya la transformamos.
19 diciembre, 2008
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La utopía que nos hace caminar
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