Tal vez por la realidad, o por el mundo injusto, doloroso y humano, Cortázar se escapa por un ratito a otros mundos no tan diferentes, no del todo irreales, no del todo ideales, llenos de tías, de lápices, de café con leche, de afeitadas sin un solo tajito, de ejemplos perfumados, de magia, en los que sus personajes constantemente se caen y se levantan, recaen y se rehabilitan y, por un instante, nos elevan en una sonrisa. Son esos mundos a los que recurrimos para escapar de este otro, en el que tanto nos cuesta acomodarnos, porque nos enfrenta con nosotros mismos y continuamente nos pretende convencer de que cada caída es un fracaso. Por eso, nos sumamos al viaje de Cortázar en uno de sus textos poderosos (y te invitamos a compartirlo, haciendo click en la imagen). Para rehabilitarnos, y así trepar a lo mejor de cada uno. Porque todo recayente tiene ya en sí un rehabilitante que lo lleva a salir del barro en busca de la felicidad, aceptando la irrevocable ridiculez humana, para permitirnos saborear, una y otra vez, cada recaída.
2 marzo, 2009
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El andar sinuoso, en la moto del Che y en la voz de Cortázar
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