Recorriendo el centro, compartiendo un techo o respirando Constitución, nos solíamos ver a diario, hasta que nos miramos, hace unos meses, en una ronda de pocos pibes con cientos de sueños multiplicados por mil. Nos conocíamos desde hacía tanto tiempo que parecía ser desde siempre. Llegábamos de paradores, ranchadas o de algún rincón de esta misma plaza, frente al hospital Garrahan, cuando llegó ella también. Se sumó la pelota y, desde entonces, en cada encuentro fuimos afianzando las convicciones que exigían un espacio donde fuéramos, quizá por primera vez, protagonistas absolutos. Un lugar que fue potrero de tierra mezclada con vidrio se transformó y se llenó de voces que se hacen notar; comienzo de un camino que por compartido se siente infinito y se anima a plantarse frente al vacío de respuestas de los personeros de un Estado que sólo se preocupa por decirse. Y sólo está presente para levantar a palos los colchones que él mismo sembró, cuando privatizó la niñez, para responsabilizarnos por no sostener sus dádivas, sin perder la oportunidad de vanagloriarse haciendo suyos nuestros logros y parloteando en su vacío al amparo de la “libertad de empresa”, herencia de los años de plomo que los hizo dueños de todos los micrófonos y todas las mentiras.
Con la convicción de que la unidad nos devolverá nuestros sueños, seguimos jugando por la justicia, haciendo bochinche para construir nuestro futuro, hasta que pueda concretarse en una vida digna y justa para todos. Somos jóvenes y niños que exigimos nada más, pero nada menos, que se cumplan nuestros derechos: tener la oportunidad de dormir bajo un techo, de comer lo suficiente, de ir a la escuela, de jugar. Y no queremos que sean una oportunidad; son derechos que deben estar garantizados para todos.
Para eso empezamos, como todo el Fútbol Popular, nuestro partido en una ronda, que crece y cruza miradas de fortaleza frente a tanta indiferencia, comprometiéndonos a no aflojar, porque nunca nos van a condenar a un destino de exclusión y reclusión predicho de antemano.
Juntos hacemos lugar para jugar a la pelota y para empezar a proyectar todo lo que queremos construir. Entonces ahí, cuando las ideas toman forma de consenso, se dibujan en palabras de colores, y comienzan a volar. “Jugamos a la pelota varones y mujeres porque el mundo es mixto”, sintetizó con gran lucidez el valiente que se animó a contar sus primeras impresiones en el Fútbol Popular. Enseguida se le sumó un compañero, para no dejarlo solo, que agregó: “Acá, en esta ronda, me siento valorado, me siento parte importante”. Vamos creciendo, uniendo fuerzas y corazones para jugar en equipo, sabiendo que el hombro del otro estará siempre, no para disputarnos la posición, sino para sostenernos cuando nos cansemos.
El sol bajaba y también las energías. El partido se alargó en una ronda que concluyó con aplausos y sonrisas. Pasión que no termina, porque nos encontramos todos los martes y jueves a las 17, en el campito de la avenida Brasil y Combate de los Pozos, donde jugamos todos juntos y el banco de suplentes no existe.