Educador, luchador y educando, supo poner en palabras y en acciones una perspectiva que ha guiado el trabajo de La Poderosa desde el comienzo. Paulo Freire nos ha legado, como mínimo, la convicción de que no hay enseñanza posible si no consiste a su vez en un aprendizaje, ni hay aprendizaje que no constituya a su vez una enseñanza. Nos dio las herramientas para comprender con más claridad aún la importancia y el significado de la transformación construida desde las bases, con el protagonismo de los condenados de la tierra, pero no para tomar el lugar de los opresores, sino para restituir entre todos el respeto y la solidaridad por y con el otro. Para que las diferencias puedan dejar de ser motivo de separación y pasen a ser distinciones que enriquezcan la diversidad de nuestras sociedades.
«Esta enseñanza tiene que partir de los ‘condenados de la tierra’, de los oprimidos, de los desharrapados del mundo y de los que con ellos realmente se solidaricen. Luchando por la restauración de su humanidad, estarán, sean hombres o pueblos, intentando la restauración de la verdadera generosidad. ¿Quién mejor que los oprimidos se encontrará preparado para entender el significado terrible de una sociedad opresora? ¿Quién sentirá mejor que ellos los efectos de la opresión? ¿Quién más que ellos para ir comprendiendo la necesidad de la liberación? Liberación a la que no llegarán por casualidad, sino por la praxis de su búsqueda; por el conocimiento y el reconocimiento de la necesidad de luchar por ella. Lucha que, por la finalidad que le darán los oprimidos, será un acto de amor, con el cual se opondrán al desamor contenido en la violencia de los opresores».
Su propuesta es poder tener una mirada crítica sobre nuestra propia condición. Por eso, para él la educación era liberación. Pero no cualquier educación, sino una en la que esta autocrítica se haga carne, que lleve a una mayor conciencia para hacernos más humanos. De esta manera, sienta las bases de la educación popular como método de enseñanza y aprendizaje, dando lugar a la «pedagogía del oprimido, que, en el fondo, es la pedagogía de los hombres que se empeñan en la lucha por su liberación, tiene sus raíces allí. Y debe tener, en los propios oprimidos que se saben o empiezan a conocerse críticamente como oprimidos, uno de sus sujetos. La pedagogía del oprimido, que busca la restauración de la intersubjetividad, aparece como la pedagogía del hombre. Sólo ella, animada por una auténtica generosidad, humanista y no ‘humanitarista’, puede alcanzar este objetivo. Por el contrario, la pedagogía que, partiendo de los intereses egoístas de los opresores, egoísmo camuflado de falsa generosidad, hace de los oprimidos objeto de su humanitarismo, mantiene y encarna la propia opresión. Es el instrumento de deshumanización. La educación problematizadora hace un esfuerzo permanente a través del cual los hombres van percibiendo, críticamente, cómo están siendo en el mundo, en el que y con el que están».
Sin embargo, nunca deja de recalcarnos la responsabilidad que implica una transformación de este tipo, para nunca caer en una comodidad que nos deje inmóviles: «La realidad social, objetiva, que no existe por casualidad sino como el producto de la acción de los hombres, tampoco se transforma por casualidad. Si los hombres son los productores de esta realidad y si ésta, en la ‘inversión de la praxis’, se vuelve sobre ellos y los condiciona, transformar la realidad opresora es tarea histórica, es la tarea de los hombres».
Una transformación tan profunda como la que Freire propone y su forma de llevarla a cabo a través de un rol activo y conciente, sin duda nos pone en un mismo camino. Una educación libre y liberadora es un elemento fundamental para que podamos ser nosotros mismos quienes llevemos adelante un cambio de raíz y demos nacimiento a otra realidad. «La liberación es un parto. Es un parto doloroso. El hombre que nace de él es un hombre nuevo, hombre que sólo es viable en y por la superación de la contradicción opresores-oprimidos que, en última instancia, es la liberación de todos. La superación de la contradicción es el parto que trae al mundo a este hombre nuevo; ni opresor ni oprimido, sino un hombre liberándose».