“Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”, había escrito Rodolfo Walsh, en 1976, al crear “la cadena informativa” para romper las cadenas militares que apresaban la libertad de pensamiento, de prensa, de opinión, de vida. Rodolfo lo sabía, había que romper el aislamiento activamente, comprometerse, luchar contra ese terror que se imponía, basado en la incomunicación, en la mentira, en la violencia, en la muerte. Había que volver una y otra vez a sentir la satisfacción moral del acto de libertad. El conocía esa satisfacción. Sólo así podía vivir, aunque pudiera morir. En eso estaba, viviendo libre, muriendo libre, mandando copias de su Carta abierta de un escritor a la Junta Militar a los diarios nacionales, que unánimemente decidieron no publicar, cuando en lugar del compañero que le había pedido ayuda, apareció un comando de la ESMA, que ante su resistencia no pudo secuestrarlo vivo, y lo asesinó y desapareció, creyendo que también desaparecerían sus ideas y su militancia.
Rodolfo dio la vida y eligió cómo morir. En la lucha, actuando con la coherencia de quien hace lo que dice, de quien siembra ejemplo con el cuerpo, aunque hayan intentado reducir su figura sólo a la del gran periodista y el escritor genial que era. Tan claramente había sembrado, que su hija Vicki también luchó con toda su vida y eligió morir a ser secuestrada. “Ustedes no nos matan, nosotros decidimos morir”, gritó Vicki antes de dispararse en la sien. “En el tiempo transcurrido he reflexionado sobre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, si todos los que mueren como ella, tenían otro camino. La respuesta brota desde lo más profundo de mi corazón y quiero que mis amigos la conozcan. Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella, vivió para otros, y esos otros son millones. Su muerte sí, su muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo y soy quien renace de ella”.
No se puede leer esa carta sin pensar en la propia muerte de Rodolfo. Seguramente, habría podido elegir otros caminos no deshonrosos. Pero él también eligió el más justo, y el más injusto, el más generoso. Él quiso quedarse y seguir luchando desde acá por Vicki, por su amigo Paco Urondo, por tantos compañeros. Él decidió enviar la Carta Abierta detallando el terrorismo de Estado que cumplía su primer sangriento aniversario, “sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”. Y esos otros para los que vivió, luchando por un mundo más justo; denunciando la masacre de Estado operada en José León Suárez, en 1956, por un gobierno militar que anticipaba la operación masacre que, dos décadas más tarde, duraría seis años; combatiendo la censura que no te deja hablar porque te llena la boca de sangre o la boca de billetes o los ojos de publicidades; creando Prensa Latina contra los monopolios informativos con raíces en tierra estadounidense; pariendo la Agencia de Noticias Clandestina, cuando estuvo obligado a “una forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista”; desencriptando mensajes, y previniendo a la Revolución sobre la invasión yanki a Playa Girón; haciendo existir el diario de la CGTA y Noticias; advirtiendo sobre los peligros de la política personalista; esos otros para los que vivió y por los que dio la vida, también somos todos nosotros.
Nuestra lucha y nuestra militancia no hubiera existido sin la suya, sin la del Che, sin la de los otros 30 mil. Si él se afirmaba en el orgullo de la muerte gloriosa de su hija, para renacer de ella, nosotros también lo hacemos en el de la gloriosa muerte de Rodolfo, que es absolutamente suya, pero que lo trasciende, y entonces no es ni muerte ni es absoluta, como la de Vicki, como la del Che, como la de los otros 30 mil. Por eso, por ellos, intentamos también vivir más que para nosotros mismos. “Qué sería de la belleza de Rodolfo ahora/ esa belleza en vuelo lento/ que le iba encendiendo ojos/ si volaría o no volaría”, se preguntaba Juan Gelman y luego se respondía que “tal vez sí volaría/ o volaría triste triste/ corriendo el mundo con la mano/ para mostrar los compañeros/ que cayeron por la belleza”. Y acá estamos, intentando, siempre intentando, tomando un eslabón de la cadena informativa para levantarnos del dolor de los 33 años sin Rodolfo, que cayó por la belleza. Gracias Rodolfo, por renacernos, por construir el camino, por educarnos en la lucha de buscar hablar sin la boca llena, y por impulsarnos, siempre, a sentir esa satisfacción moral del acto de libertad.
Gritar TODO no callarse NADA!!mas vale morir de PIE que Vivir de RODILLAS (el enemigo de rodillas parece mas grande)Hagamos un acto de justicia por todos los compañeros masacrados, DIVULGAR lo que se quiere INVISIBILIZAR.
Un fuerte abrazo a todos los que hacen LA PODEROSA y gracias por las acciones en Av de Mayo.
Excelente !!! compañeros la lucha continua y la verdad que todo esto antes leido no hace mas que enaltecer nuestros ideales!!y es asi el terror se basa en la incomunicacion !!!volver a sentir la satifaccion de un acto de libertad!!vamos con la lucha cada dia!!!!