9 julio, 2012
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Elefante gris

Elefante gris

Shhh… Parece que habla de Mugica, de las villas, de nosotros. No hablen. Como sombras, fantasmas negros se van acomodando, ante un horizonte blanco que promete hombres de pie. Sentados. Un ocaso artificial va domando los colores, en las entrañas del Gaumont, guarida de una cultura que vale doble y cuesta la mitad. Hay olor a historia en la sala. Y un poco de olor a pata, ahora que nos pusimos cómodos. Muerta la luz, un silencio catedrático se come los pochoclos, los nervios y la agonía del murmullo, bajo la oscuridad que ya sepultó, lenta y sigilosamente, a los que no seremos protagonistas. Tampoco esta vez.

Ansiosos, muchos aguardan el microclima villero, un relato virtual sobre un escenario real, cuyo valor simbólico ha sido arrasado por esa virulenta moral que, sin saberlo, buscan ratificar. Adelante, estacionan sus caderas una anciana de tapado y un viejito de boina, gente bien. Jamás pisaron una villa por necesidad, ni por curiosidad, pero al menos van hurgando en la ficción, algo de información. No dudan de Darín, de Trapero, de sus bellas artes, de su buena fe. Nosotros tampoco. Pero la emoción violenta del mercado nos somete a una nueva violación. Ni del bien, ni del mal, diversidad cultural: otro avasallamiento de los ciegos sobre las miradas, adiestradas para seguir al reflector, renunciando a la verdad que subyace en los camarines de quienes jamás serán alcanzados por la luz.

Sobre aceras de mentira, resbala la verdad. Miles palpitan, queriendo o no, un capítulo más de sangre, droga, muerte. Y lo encontrarán, lejos de la cultura villera. Porque la brújula, desorientada al comienzo del camino, siempre conduce al lugar común. ¿Un western villero, sin balas? Muere. ¿Un romance entre ricos? Mata. ¿El amor villero? No garpa. ¿La miseria de los ricos? No vende. ¿Cannes? Perros. ¿Y el Oscar? Métanselo en el orto.

Por unos minutos, nadie habla. Sin mediar palabra, empieza el show: tiros, gritos, tiros, lluvia. Muerte. Ya se justifica el precio de la entrada, para ellos. Y se percibe el costo de la salida, para nosotros. Otra vez, la idiotez: omiten la cloaca rota, filman mierda que flota.

Lucen similares el Amazonas y el Riachuelo, en su fotografía, porque la pobreza no tiene tanta ropa para elegir. Los protagonistas, sí; lindos, de ojos celestes, ambos. Techos de lona, paredes de viento y condiciones infrahumanas conforman apenas la escenografía de sus laberintos psíquicos, abocados a la gloria del señor, que inventó la televisión. Pura miseria, en un largometraje demasiado largo, décadas del mismo relato parcial, invasivo, irreal. No siempre cabe la verdad, en un molde audiovisual. Y recortada, queda muy mal.

El nombre de la película, no su trama, alude a un proyecto de hospital, que empezó con Palacios, siguió con Perón y, estancado, devino en un precario hospedaje de familias sin techo. Lejos de reconstruir su historia, la ficción va socavando sus cimientos, desde la primera caminata por la villa: “Vestite de cura, porque ayer le pusieron un revolver en la cabeza a un voluntario que vino a dar apoyo escolar”.

Inyectada en miles de mentes, dementes, la anécdota no expone nuestra realidad, sino la mirada de los suyos, alumbrada por violadores semejantes, que nos robaron la voz mucho antes. Nunca, ni una vez, un maestro de nuestro colectivo tuvo un revólver en la cabeza. Y ninguno camina con sotana. Podría suceder, seguro, en cada sitio donde el Estado esté ausente, o desconectado, pero jamás por inercia, como sugiere el guión, con el mismo descaro que tira 137 disparos, en 106 minutos. Sí, ciento treinta y siete.

Desde la trama, transcurren meses, pero sin una justa proporción de las situaciones cotidianas. Aunque la película no suceda en tiempo real, la vida sí: son 106 minutos para el millón de espectadores ametrallado de violencia, de ruidos, de mentira. Y entonces, lanzamos la prueba de la blancura, elefantes: visiten una villa y, si oyen 137 disparos, en 106 minutos, o sea, 1,29 tiros por minuto, les devolvemos la guita de la entrada. ¿Pero, si no?

La propuesta visual ratifica la conceptual: todos los negros, fuera de foco. El centro está en dos curas y una voluntaria, portadores todos de una moral que, buena o mala, no es la nuestra. De seguro, los realizadores habrán caminado por el barro, un día, dos meses, tres años. Da igual, porque la cultura villera, como las otras, sólo se puede leer desde sus almas, ésas que ocupan los papeles secundarios de esta historia de amor, que bien pudo ser pensada en Hollywood.

Absurdamente, en su afán de iluminar la villa desde afuera, una adolescente gringa conduce a los vecinos como si no duplicaran su experiencia, en tomas o resistencia. Y canallescamente, recurren a Mugica, pero no para tomar su ejemplo, sino sus palabras, en tercera persona: “Morir por ellos”. A nombre del goteo progresista y garantista, toman actores de nuestros barrios, pero ninguno actúa de sí mismo, porque sus héroes no son villeros. Y sus guionistas, menos.

Desde la culpa manifiesta, estratifican la tarea comunitaria, jerarquizando al visitante, para cerrar el pacto con la industria mediática, que expone a la pobreza como una mera balanza, donde los ricos pesan los quilates de su riqueza.

Los negros hacen lío. Y los blancos, caridad. Pero también hay humor: los policías desalojan una toma defendiéndose con escudos de los salvajes ocupas, sin pegar ni un palazo de más. Real, muy real, no por el pacifismo, sino por el equipamiento provisto por la Escuela de Suboficiales, según los agradecimientos finales, que debieran ser mutuos. Uno a uno, se desandan los preconceptos de clase media, como si fueran de la villa, como si hiciera falta un europeo para explicarle a un vecino que “la solución no es cagarlos a tiros a todos”, como si ese “todos” no incluyera a sus seres queridos. Y a los nuestros.

Motos, tiros, sangre, tiros. Muerte. Y entonces un francés va por los malos, que entregan sus muertos en carretillas, algo inaceptable en nuestras villas, donde nadie encapucha a un cura, con total naturalidad. No: los tabicados eran frecuentes en otra época, cuando el terror no era comandado precisamente por esos villeros que venden cual guerreros, como si no fuéramos nosotros, sin cacerolazo, ni cacerola, ni impuesto al salario, ni salario, verdaderos talibanes de la paz.

De pasada, se aprecia sólo un festival, de los que abundan en las villas, mucho más que los tiros. Pero no se ven los besos, ni los pasos. Sólo gringos, robándose la atención de las cámaras, en una fiesta que no les pertenece, ni a ellos, ni a las cámaras. De tal sinceridad involuntaria, se desprende el mayor mérito de la película, el señalamiento de la soberbia con la que invaden las villas, adjudicándose dones mesiánicos, antes de otro triste final.

Bajan los títulos, al ritmo de las palmas que envenenaron las urnas de la Ciudad. “¡Callados, pendejos!”, grita la anciana del tapado, absorta en los vestigios que lustrarán sus prejuicios, los mismos que tenía antes de entrar. Hipnotizada, vuelve a la pantalla, dándoles la espalda nuevamente a esos pibes de visera que desprecia como ratones, a las sombras de ese Elefante Blanco, demasiado blanco, que no pudo aplastarnos. Tampoco esta vez.

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19 comentarios sobre «Elefante gris»

  1. Es una estupenda película que vale muchísimo la pena por muchos elementos por ejemplo el guión bien escrito que logra cautivar al espectador. Hace poco la vi en hbo películas y quedé encantada.

  2. La nota es muy buena. Sin embargo, combatir el desprecio con el desprecio, combatir lo gringo y los tapados con la mirada asqueada no puede llevar sino a más de lo mismo. Es un momento para sumar, no para alimentar la misma división idiota de una mujer idiota que intenta callarlos.

    Adelante.

  3. Hola gente: esta nota me generó un prejuicio a la inversa. La leí ni bien salió impresa y me hizo reflexionar respecto de todos los preconceptos con los que me manejo. No pude ver aún la película porque este texto me influenció mucho, lo que agradezco. Impecable.

  4. loco quien haya escrito esta nota merece mis felicitaciones y un gran agradecimiento por hacerme abrir cada día un poquito mas los ojos!

  5. La verdad que vi la película también me pareció de terror, muy exagerada, no tienen la menor idea de lo que es vivir en una villa, yo vivo en zavaleta toda mi vida y nunca vi eso que quiso mostrar esa pelicula, porque no averiguan bien y no muestran las cosas buena que hay como la gente quiere progresar dia a dia, la gente que se levanta todas las mañana a laburar o estudiar.

  6. Este articulo expresa todo lo que yo sentí cuando vi la pelicula, no puedo sentirme mejor representado. Gracias por poner ese sentimiento en palabras.

  7. Estoy muy de acuerdo con vos. Pero hay que ser menos exigente hermano, la pelicula, en cierto punto, sumo. Hay gente que vive en una nube de pedos, y ver la pelicula, algo… alguito le hizo poner los pies sobre la tierra. Se construye paso a paso, ladrillo a ladrillo… no rompiendo todo y volviendo a empezar. Creo que todo pasa porque la fiesta incluya a todos… a todos! Incluso a la vieja del tapado. Sino no es fiesta! Abrazo fraterno

  8. Finalmente la ví. Me resistía porque tenía «demasiada» promoción y Darín otra vez. Coincido con el artículo «Elefante gris».Me pareció muy demagógico lo de los curas y la asistente social (romance incluído)metiéndose de «gringos salvadores». Lo del cura francés trabajando «por el bien» en una villa, con actos heroicos y «amorosos», me pareció de cuarta.

  9. Es una película… no es un documental ni mucho menos… una película igual que muchisimas otras que relatan desde cierto punto de vista diversos sucesos… no se olviden que es cine, no es periodismo, ni revisinonismo, ni historia, ni nada de eso.. CINE

  10. Esa nota es tan chocante y tan necesario como cuando los titeres del ventrílocuo empiezan a (re)cobrar voz y hablar al público. A mi me gusto la peli, y no deja de gustar, será porque soy uno de esos gringos, será porque la peli a pesar de todo no «romantiza» a la villa. Pero de una, despues de haber oido la voz de los titeres del ventrilocuo, entiendo que esa pelicula ofenda, lastima y en fin no cambia de paradigma, se queda dentro del mesianismo blanco, del pobre,negro,ladron carenciado y en todo momento objeto de caridad.

  11. Simplemente, la crítica que hacía falta…
    Gracias por ser el palito que mantiene nuestros párpados separados…

  12. no vi la pelicula por pudor miedo. No hubiera podido pensarla así pero todas invasiones terminan y empiezan desde algo o alguien que cree poder relatar al Otro. Hablar por él.

  13. Gracias, gracias por brindarme esa claridad, vi la peli, me gusto, pero mi mente clasemedia me traicino

  14. Hola, buenas noches.
    Habiendo previamente visto la película creimos oportuno presentarla a los vecinos en nuestro local de Palermo, para debatirla con los vecinos.
    Lamentablemente no logramos obtener la misma, pero pudimos exhibir otra que trata el problema de la vivienda y de como los vecinos se organizan ocntra el punterismo, los gobiernos de turno, las represiones, etc.
    Se trata de «Manzana 13» y en el debate posterior aparecieron algunas de las cuestiones expuestas en la nota.
    Vamos a ver de reorganizar este cine debate y desde ya los invitaremos al mismo.
    Muchas gracias!!

  15. Gracias chicos! Ví la película hace unas semanas y me quedé con la misma sensación. Con mi marido, salimos del cine, entre abatidos y enojados. Gracias por expresar bellamente lo que sentimos!

  16. Chicos y chicas, excelente nota!!! Vi la película y había algo que no me terminaba de cerrar, un film muy holywoodense para la temática de fondo. Gracias por estar y hacerse oír, como pueden, pero hacerse oír al fin. Saludos!

  17. Impecable la nota muchachos!!!! ví la película y me pareció de terror. Ahora la celebro por despertar estas palabras suyas.

  18. sin verla, pero escuchando a Trapero con Andy Kustnetzoff, entendí por dónde iba…me hace muy bien no sentirme tan sola cuando los leo. Gracias por hacer correr esta voz!

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