Desde la educación popular que mamó en un potrero de Castelar, conociendo al cuerpo humano con la tierra del conurbano, Sacheri empezó a crecer en la literatura, oponiendo la trama barrial a los mandatos de la dictadura. Combatió y escribió, hasta llegar al cine, a Hollywood y al Óscar que lo consagró, para gritarle al mundo de frente, ahora y siempre: ¡Fuentealba, presente! Sí, contra los que olvidan a Sobisch o prefieren cerrar el ojete, Eduardo denuncia que “la Justicia hizo lo más fácil: meter en cana a Poblete”. Podría ser un intelectual de salón o un hombre de letras muy respetable, pero «el mundo de los que sólo investigan» le resulta «cerrado, soberbio y desagradable”. Tal vez por eso, aprovechó su vuelo para incubar miles de nidos: “La escuela debe dar egresados capaces de poner en duda sus contenidos”. Amante de la historia y maestro por vocación, asegura que “La Poderosa es importante, porque presenta a sus villas como sujetos de enunciación”. Y mientras pelea por la dignidad de la docencia, no pierde la paciencia para explicar que “los countries son la impotencia”, impartida desde la cumbre de la arrogancia, “en una sociedad, que pretende aislarse y llenarse de vigilancia”. Condenando a los actores de reparto, tarde o temprano, se vuelve doloroso el parto y tenebrosa la conclusión: “Así nace la violencia, hija de la exclusión”.
9 abril, 2013
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Maestro de maestros
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