5 agosto, 2013
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Daño moral

¡Al carajo la moral!

Damas y caballeros, solemnes ensayistas de los ecosistemas villeros que investigan como rupestres fenómenos biológicos, sometiendo a revisión sus fundamentos epistemológicos, rogamos acepten la cordial propuesta de analizar científicamente los paradigmas de esa moral impuesta por dogmáticos y catedráticos, desde las teorías doradas que iluminan las condiciones socialmente determinadas, sin socializar las determinaciones condicionales, que determinan los condicionamientos sociales.

Bien, nos propusimos escribir un primer párrafo que no entendieran todos, para atrapar la atención del tribunal moral de modos. Porque somos malísimos repitiendo lo que otros dijeron, pero somos muy buenos apagando el humo que nos vendieron, así que no esperen citas de los autores que citaban pensadores, que citaban Dioses, que ahora citan los profes. No, no tenemos un gran bagaje teórico acumulado, ni la diplomacia de la burocracia con aire acondicionado. ¿Está mal? Ni siquiera sabemos qué carajo significa el índice Merval o el riesgo país, pero sabemos que han tapado los problemas de raíz: acá necesitamos caños que se lleven el pis. ¿Y saben qué? No van a lograr que los tratemos de usted. Porque mientras sigan imponiendo sus prioridades a nombre de la educación, ser unos maleducados seguirá siendo nuestra mejor opción. Tal como cuando abrimos la garganta en Zavaleta, desobedeciendo a los que hicieron poronga al periodismo en todo el planeta, ahora pateamos los manuales pedorros de los que, en realidad, nos prefieren chorros.

Shhh, cállense, degenerados, atrevidos, indocumentados, ¡están evidenciando la educación decadente! No, estamos diciendo que la moral miente, porque no hace falta ningún doctorado para darse cuenta que la academia sigue siendo el semillero del mercado, un pedazo de infraestructura donde los excluidos pueden ir cada tanto a dar ternura. ¿Y a dar cátedra? Nooo, qué locura.

Muy bonita la revista y sus puntos de vista, pero siempre “en voz baja por favor”, no vaya a ser que se asuste algún profesor. O que empiece a temblar, cuando descubra que los negros sabemos hablar. Hay cínicos de verdad, atrincherados en el ficticio universo de cualquier universidad, para perpetuar el silencio de los villeros y renovarle la concesión al kiosco de los voceros. ¿Acaso desde el campo ilustrado han amplificado nuestras voces o nuestras cooperativas de trabajo? ¡Corran el orto entonces y dejen subir a los de abajo!

Históricamente, han intentado adiestrarnos como mascotas, tanto que lograron hincharnos las pelotas, mal. Y entonces decidimos orinar en su pedestal… Vamos a construir una cultura de lo anormal. Vamos a sacarlos del diome. Vamos a cagar donde se come. Vamos a festejar el cumple de Fidel. Vamos a limpiarnos con el mantel. Vamos a combatir la pasta base. Vamos a eructar en clase. Vamos a ir a contramano. Vamos a bancar a Pablito Lescano. Y al final vamos a demostrarles que, sin tutor, vamos mucho mejor.

La quijotesca clase dominante y la clase media que se monta cual Rocinante cabalgan tras el dinero y el ego, las dos zanahorias que el sistema les ofrece a los pendejos, mientras dice que los pobres nos reproducimos como conejos. No aman. Consumen. Cagan, pero no lo asumen. Y tan apartados de la miseria que existe, necesitan un diario para encontrar una mirada triste, una inundación o el cuerpo que mancilló una violación. Sólo con eso, tienen un «fotón», porque hacen comunicación con la misma liviandad que sacan conclusiones, desde el cómodo lugar en el que están, defendiendo las buenas costumbres que aprendieron de Mirtha Legrand. Ojo, igual tenemos un plan para alimentar la esperanza: nos enseñan el protocolo, cuando tengamos llena la panza. ¡Pero el problema son los modos, el tono y la palabrota! Que nos chupen la chota.

¿Por qué los ricos pueden hablar de la pobreza con el mismo temple que hablan de la Revolución Francesa, entre aires de superación y arrogancia? ¡Porque las tienen a la misma distancia! Pero cambia la cosa, señora, cuando se escribe a mil por hora, con un sorete flotando junto a la computadora. ¿Pensaba que vivíamos haciendo grandes tapas? No, vivimos destapando cloacas.

Alta sociedad. Si sólo conducen los académicos en los medios, la política y la universidad, ¿quién interpreta nuestra realidad? ¿Qué le deja a la hija de la vecina una tesina que nos toma como objetos inanimados? ¿Quién ordenó que los pobres trabajen para los graduados? ¿Tendrán posgrados en acostarse sobre colchones mojados? ¿Sabrán sobrevivir sin ambulancia? ¿Y al estigma de la vagancia? ¿Planearán embarrarse también, para llevar el barro a los barrios bien? ¿Nos seguirán hablando del karma, cuando descubran que no tenemos timbre, ni alarma? ¿Qué cosa fuera, la villa sin afuera? ¿No hay cierto progresismo que nos exprime? Menos pregunta Insfrán, y reprime.

Con firmeza, nos oponemos a la cosificación de la pobreza, porque el altruismo causa daños importantes cuando echa a correr sus blancos elefantes, adjudicándose una supuesta maestría, que sólo encubre su egolatría. ¡Hasta cuándo vamos a creer que los políticos deben ser “profesionales”! ¿Cuántos argentinos votarían a Maduro o Evo Morales?

Oh, están cargados de odios que no pueden superar, diría Ravi Shankar… ¡Que nos venga a visitar! A ver cuánto aguanta sin poderse bañar o sin garrafa para cocinar. ¿Y el gas? Aun es un lujo para los demás. Pero cuidado, porque hoy viven aquí muchos que ayer leían la “Para ti”. Y para probarlo, te tiramos 10 “tips”: 1) Si querés guardar en secreto alguna revelación, subila a un portal qom: los medios no conocen la dirección. 2) No dejes tus males en manos de los intelectuales: no terminaron de leer todo lo que quieren saber antes de escribir un texto que todos podamos entender. 3) Saldar la inseguridad con más policía, como si hubiera poca, es igual que saldar un debate con una curita en la boca. 4) Guarda con los trastornos de identidad en la posmodernidad: ese celular, que ya se siente licuadora y cámara de fotos, pinta para chip de los nuevos locos. 5) Las cámaras de Palermo cuidan al vecino de Palermo y las cámaras de la Villa 21 cuidan al vecino de Palermo. 6) Los puntuales son unos vivos: se criaron en barrios donde paran los colectivos. 7) Si te gusta la educación popular, aprendé a aprender, antes de enseñar a enseñar.  Ser famoso puede ser tan hermoso como que Ventura te revuelva la basura. 9) Los dueños de los medios no tienen ética, tienen empresas, y a veces confunden noticias con hamburguesas. 10) No te asustes en la villa, si ves a un pelotudo jugando al inspector: se llama Facundo Pastor.

La caca huele mal, pero el problema estomacal nace con los menús del capital. Auto caro, casa grande y pilcha careta, se presenta como la opción más berreta. Pero fumarse uno, disfrazarse del Che y evaluar revoluciones en cualquier café, suena mejor, aunque sea igual; ambos caminos se encuentran al final. Y no precisamente asaltando un cuartel, sino mirando las aventuras de Jorgito Porcel. Porque todo conduce a la misma ostia y el mismo vino. ¿O hay alguna diferencia entre Espectáculos de Clarín y Tiempo Argentino? Respiremos todavía: si el peronismo se hizo masas como tercera vía y la Tercera República de Venezuela alcanzó una utopía, creemos una tercera clase media que transforme la Argentina, dejando atrás el caretaje y la exitoína.

Corte, corte, corte. ¿Vieron qué bajón, la generalización? Ahora ya saben cómo se siente ser la clase desclasada, la cultura despreciada y la cuenta pendiente de cualquier década ganada, perdida o empatada. Sin egoísmo, ni pesimismo, la realidad se transforma, pero van a tener que hacernos un lugar en la misma plataforma. Porque el desarrollo social no se trata de cambiarnos los olores, ni calmarnos los dolores a los pibes que hablamos mal: nuestros modos son el impuesto a su tan preciada moral.


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