Cuando no existía una película que revelara la coartada, ni se conocían las evidencias de esa causa burdamente armada, Fernando, su familia y sus abogados sólo contaban con una estrategia para defender su verdad, la única que tenemos para enfrentar los abusos de autoridad en todos los barrios donde hace falta Justicia y nadie la puede garpar: organizarnos para luchar. Desde entonces, con la militancia de Enrique Piñeyro y su defensor, Federico Ravina, se logró que su historia erizara la piel de la Argentina. Desmitificando bolazos y copando los medios a los codazos, se cayeron las caretas de la gorra y los caraduras, aunque nadie le devolvió los 7 años alejado de sus criaturas. Por los ratis, el show y el horror, un hombre debió pasar 2555 días soportando el dolor, adentro de esa jaula de tristeza que sólo se puede abrir del lado de la riqueza. A pesar de todo, jugando en equipo pudimos gritar el gol: nuestro amigo volvió a ver el sol. Pero ahora, increíblemente, cuando sus hijos empiezan a disfrutar del padre que les robaron injustamente, tres jueces de cartón pretenden mandarlo otra vez a prisión… ¿Vamos a seguir durmiendo, como si la mafia judicial fuera un problema de otros? ¡Van a tener que pasar sobre nosotros! Porque si la parodia de «La Masacre de Pompeya», con todo el circo que se desmoronó por ella, culminara en una nueva reclusión, ¿qué carajo nos queda a los pobres que jamás salimos en televisión? Aunque a muchos les resulte indiferente, el Caso Carrera se volvió una bisagra para toda nuestra gente. Por eso, el próximo martes 27, desde las 18, vamos a copar la calle en la Plaza Lavalle. Y les guste o no les guste, nos van a tener que oír: quieren castigar la pobreza y no lo vamos a permitir.