Como todos los veranos, después de un año laburando a dos manos, reorganizamos la asamblea de cada barrio a partir de un poderoso calendario, que esta vez viene a colaborar con la vista, antes de la epidemia de ceguera mundialista. Como no hace falta darle un puntinazo a la memoria para meter un golazo o meterse en la historia, Lionel Messi no se escapa y levanta la casaca en la tapa, para reafirmar que nuestros gritos no tienen topes: ¡Que aparezca Jorge Julio López! Adentro, como ves, repasamos la realidad de las villas mes a mes, empatando las fotos de esas piernas endiabladas con imágenes de nuestras barriadas, porque el fútbol representa un verdadero patrimonio cultural, cuando no se lo apropian los solemnes patrones del mal, ésos que siempre lo usaron como pantalla de la desigualdad, negándole la esencia que marcó nuestra identidad. Ni la FIFA, ni la AFA, ni Coca Cola, ni Adidas, hicieron más que la pelota por nuestras propias vidas, porque justo en este rincón, donde la faca de la exclusión lastima, el potrero se volvió un canal a la autoestima, entrenándonos para gritar contra la corriente y enseñándonos a jugar colectivamente. Por eso, ante el exceso y la secuela del negocio que hizo escuela, queremos cubrir la Copa del Mundo desde adentro de una favela y, para que saquen sus conclusiones, les adelantamos que la AFA nos está negando las acreditaciones, porque hay un socio de la dictadura que maneja los acomodos: mientras decida Grondona, no habrá fútbol para todos. Que las vamos a pelear, las vamos a pelear, pero aun si quisieran negarnos la posibilidad de darles otra mirada, nuestros planes no cambiarán en nada, porque si decidimos viajar a Brasil en medio de la competencia, será para mantener despierta la conciencia, exponiendo las verdades que esconden los otros para ocultar la realidad de los que viven como nosotros. Contra la anestesia del capital, en la ruidosa fiesta del silencio universal, las asambleas poderosas iremos al ataque… Y para empezar, hicimos este almanaque.
