7 mayo, 2014
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El sueño de la carpa

¡Todos somos la Carpa Villera!
Ya está todo oscuro, pero hay un reflector que me está matando. Se llama Kevin. Y hoy, justo hoy, hace 8 meses que nos impide cerrar los ojos. Estaría acá al lado, de haber nacido en un barrio urbanizado. Pero no, a nadie se le ocurrió. Casi todos los compañeros se están yendo a dormir. Shhh, callate, metrobus. No hay rima, hoy no, total nadie escucha. Medias, sábanas, frazadas, besos, buenas noches, a la cama. Y en la mesita de luz, un obelisco.

Poco a poco, se va apagando la primera jornada del cuarto recambio de huelguistas, en la Carpa Villera. Primera noche sin comer, esta vez por elección. Otras no. Y sí, cuánta paz, hay huelga de hambre, porque el hambre de huelga no se aguantaba más. Pero el responsable no aparece. No viene. No pregunta. Como no hubo piquete, el dialoguista del consenso por la gente, ni se enteró. Quizás, haga falta que se corra la voz: acá no estás vos.

Y cómo no pensar, que seguro estarás durmiendo. Que te explota la heladera. Que no conocés el sabor del hambre. Que Buenos Aires iba a estar bueno. Que quién carajo será la gente. Que el teclado no los despierte. ¡Que el teclado te despierte! Que estamos durmiendo en nuestra ciudad. Que sólo te pronunciaste para decir que alguien nos pagó. Que el genocida que te parió. Que no sabés nada de ideales. Que no sabés nada de frío. Que no sabés nada de valor. Que este patio es nuestro. Que la rata no suba a la cama. Que no apaguen el reflector. Que me comería un chori. Que cómo te da la jeta. Que las tetas de Violetta.

Pero hablemos de negocios y no de malaria, alcalde de inmobiliaria. ¿Cuánto cotizaría esta gesta villera en los bolsillos morales de alguna billetera? ¿Cuál sería la inversión de poner nuestros cuerpos, al mejor postor? ¿Por cuánta guita dejarías sola a Juliana? ¿Cuánto pedírías por ayunar 5 días? ¿A qué precio contratarías huelguistas? ¿Hay bonus por las lágrimas de los compañeros que aguantaron la huelga hasta ayer? ¿Y una consumición gratis, para las madres que dejaron a sus bebés? Miralas. Admiralas. Respetalas. Y cerrá bien el orto.

Todo es tan familiar acá adentro, que no pareciéramos estar acá afuera. Tal vez porque nunca estuvimos adentro. O porque siempre estuvimos afuera. Con carpa, estamos hablando de inclusión. Tuuuu, rrrrrr, ggggg, debe ser el camión de la basura. O el gruñido del generador. Al fin, alguien lo apagó. Ahora, desconecten la 9 de Julio, que la mayoría se durmió, entre las ratas que desafían nuestra voluntad: vinieron todas, menos las que gobiernan la ciudad.

Bocinazos. Uno acelera, otro le gana y otro acelera más. Bienvenidos al mundial de ruidos, en ciudad capital. Y encima éste ronca. No, respira bronca. Hay olor a barrio. A lucha. A loción. Y a una sopita que se me cayó. Separando los ambientes del loft, dos trapos enormes, de La Poderosa y La Corriente Villera Independiente. Al lado, otro menos épico: una manta verde, que se puede correr para entrar o salir. El decorador de interiores no pudo venir.

Si no pueden pasar a sentir la cultura villera, al menos no permitan que se las cuenten desde la vidriera. O al menos que no se las cuenten los que viven de mentir, porque esta Carpa es un abrazo de lona que cualquiera puede sentir. O leer en la cartelería, porque ahí están los mensajes de aliento de unos villeros para otros, de unos barrios para otros, de una historia para otra. Hay cartulinas rotas, que recuerdan las normas de higiene. Afiches impecables, que organizan la seguridad. Y papeles lamentables, como el de Marina Klemensiewicz loteando la dignidad.

Dos tablones con caballetes conforman el inventario inicial de nuestro nuevo cuarto. Uno, dos, tres, cuatro, cinco termos. Uno, dos, tres, cuatro mates. Son muchos. A ver. Cuatro, cuatro bolsas de azúcar. Diez cajitas de té. Dos papeles higiénicos. Y dos baños químicos, “que son pa-ra-los-huel-guis-tas”. El resto, al McDonald’s, que para eso está.

Como empapelado, afiches que convocan al trabajo voluntario. Y como respaldo del sommier de siete plazas, Mugica y el Che. Unos limpian, otros cuidan, otros pernoctan, otro madrugan, “los huelguistas se cuidan”, los amigos se hacen guardias, los médicos se hacen vecinos, y los funcionarios se hacen bien los boludos.

Van, vienen, entran, salen, por atrás, por adelante. Y ni un vigilante. Hay muchos compañeros que no conocemos. De algunos, ni sabemos los nombres. Eso es lo mejor. Nadie pregunta de qué barrio sos, de qué agrupación venís, ni a qué candidato votás. ¿Mate? ¿Todo bien? ¿Me ayudás? ¿Entendés?

Luchando por la urbanización, acá está durmiendo Olguita, que habla finito y carga un termo cada diez minutos, para que Eli no le hable tanto de chocolates. Y Pedrín, que mete gestos dulces, entre mates amargos. Y Lucero, que tiene luz para regalar. Y Nico, que trajo un oído para cada uno. Y Dada, que lee a Rodolfo Walsh. Y un desvelado que sueña, cuando se acuesta a escribir. Pero ahora sí, todos a dormir.

Mañana también hay que resistir.

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1 Comentario;

  1. ¡Fuerza, compañeros! ¡Desde Rosario les mando un abrazo grande!

    ¡Hasta la victoria siempre!

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