Cansado de tirar paredes en las obras que edifica frente a las redes, un crack de la Selección se puso el casco de la construcción, para pegar un grito por la urbanización, porque sabe que las necesidades primarias exceden las disputas partidarias, las malas experiencias y todas las modas: “¿Carencias? Yo las tuve todas”. De pibito, cuando era un pobre Angelito y nadie preveía que llegaría a ser Di María, su viejo “dejaba todo en la carbonería” y vivía tan lejos del mundo careta que su mamá lo llevaba a entrenar “en bicicleta”, pedaleando por los caminos más de una hora, para que todos los argentinos pudiéramos disfrutarlo ahora, en la popa de lo imposible: “Quiero ganar la Copa para demostrar que todo es posible”. No se puede poner más de lo que puso, porque hasta paró la nota para regalarnos el buzo, cuando una lágrima le ahogó el chamuyo: “Hablar de mi barrio me llena de orgullo”. Tiene historia, tiene memoria y tiene un machete en la piel, porque lleva tatuado el nombre de la calle “Perdriel”, para nunca olvidar dónde nació, ni dónde están esas raíces que regó cuando andaba en pata: “Muchos de mis momentos más felices los viví cuando no tenía la plata”. Argentino, rosarino y eternamente vecino, se ganó miles de halagos en el Real Madrid, pero no se alejó de sus pagos, ni de la suerte David, que sufrió hasta la muerte por un linchamiento: “No se puede justificar con ningún argumento”. Endurecido sin perder la ternura, jugó su mejor partido con una beba prematura, poniendo mucho huevo, “cuando no podía sacarla de neo”. Una cagada, dos meses internada, pero al final la sacó, en ese triunfo que nadie televisó, recuperando la felicidad y la paz, aunque “tanta gente del fútbol hable de fútbol y nada más”. Pues entonces, ¿cómo le va a cambiar la vida un Mundial? “Mi vida cambió cuando salimos del hospital”. Por más liviano que pueda parecer, el Fideo no se deja comer, ni por la prensa disconforme, ni por los buitres que están al caer: “Para que la realidad se transforme, los de arriba sólo tienen que querer, porque los reclamos de las villas no son difíciles de atender”. Contra los prejuicios de los que sólo miran, ojalá vengan y pasen, así aprenden que las paredes no se tiran, se hacen: “De verdad, que todos tengan luz, gas y cloacas es una responsabilidad que nos cabe como sociedad”. A 36 años de las topadoras que nos mandaron en el ’78, los sobrevivientes de Cacciatore abrazamos al Ángel Morocho, que decide ser funcional a los intereses del barrio y las populares, desde el mismo escenario que aprovecharon los militares, porque si ahí estará el periodismo universal con todos sus reporteros, ahí mismo, estará la garganta de los villeros, con 30.000 compañeros en el corazón: “Que viajen con nosotros, me llena de emoción”.
11 junio, 2014
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Ángel de la sociedad
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Soy de la DNSMyA del Ministerio de salud de la Nación. Me gustaria tomar contacto con ustedes, les dejo mi telefono para que nos contactemos 1550482046. saludos Monica Montero. Lic. en Psicologia.