Hace 130 años que una villa cordobesa viene pariendo su propia historia, dando a luz a su garganta sin cursos de oratoria. Nadie reclama ninguna paternidad, pero alguien deberá hacerse cargo del abandono a La Maternidad, porque la crianza de esos changos argentinos ha quedado en manos de los vecinos, ésos que cargaron el bombo ante tantos intereses mezquinos. Ya en 2004, a las sombras de los funcionarios y sus obras de teatro, las mismas casillas que venían contemplando de reojo la resistencia padecieron el desalojo y la violencia: de los mal llamados «sin voz», había 400 familias y quedaron 32. Con total impunidad, para alejar a los pobres del centro de la ciudad, llegaron las topadoras de la desigualdad, a cumplir la misma función que actualmente cumple la represión… Pues ni el más sesudo análisis academicista, ni cualquier opinólogo disfrazado de periodista, podría argumentar tantos palos para una villa, en los laberintos de la misma pesadilla. ¿Saben por dónde pasa la inseguridad que desvela a nuestras madrazas? Por los negocios que hacen con nuestras casas. ¿Pero qué pasaría si, de tanto pujar, el barrio terminara con la bolsa rota? Mejor pensalo, De la Sota. Y hacé un llamado a la dignidad, porque el pueblo de La Maternidad ya está realmente harto… Cueste lo que cueste, ¡vamos a inducir el parto!
13 junio, 2014
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Madre tierra
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