Nosotros no somos expertos en política internacional y lamentablemente no podemos resolver ningún conflicto ancestral, pero ni encandilados en las luces fosforescentes de un Mundial, se puede ser indiferentes a ese… genocidio brutal, que nos compromete como pueblo argentino a manifestar nuestra solidaridad con el pueblo palestino. Ante la peor versión del imperialismo, en manos de los que visten de religión al neoliberalismo, sin ejército, ni aviación defendiendo esa tierra, no corresponde que llamen “guerra” a un bombardeo criminal, aunque lo quieran explicar de manera racional. ¿O quiénes han sido los históricos responsables de la persecución a ese pueblo que sufrió los campos de concentración? ¿Fueron los musulmanes y los palestinos, o fueron ésos que ahora gestionan estos planes asesinos? ¿Para qué sirve, si no es para salvar vidas, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas? Sea como sea, todos esos niños muertos debieran ponerle un límite al dolor, ése que León Rozitchner traduce mucho mejor. Y aunque en muchas latitudes no se difundan otro tipo de actitudes, la verdad es que el fútbol también debe aportar a la visibilidad, porque así como logra distraernos, puede comprometernos a ser actores de la realidad, para dejar de ser espectadores frente a los crímenes de lesa humanidad. Ojalá entonces se pueda oír este grito que soltamos desde Brasil y desde Argentina: ¡Basta de muertes en Palestina!
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