Tanto me dijeron Hombre Casa, Hombre Casa, Hombre Casa, que lo lograron, viejo: extraño como un pendejo. Soy familiero. Guapo, loquito, villero. Y familiero. Así que no aguanté más y s…í, me volví. ¿Qué hiciste, loco de mierda? Me volví, para tomar envión… Y para dormír en mi propio colchón, soñando de local con la clasificación. ¿La vieja mula ya no es lo que era? Y bueno, necesitaba un poco de comida casera para fortalecer mis abdominales antes de las semifinales, porque la Copa se puso muy copada, pero yo perdí por goleada contra el arroz con feijoada…
Ojo, en mi sueño volvía a la cancha, la Argentina ganaba y yo encontraba revancha, porque la vida en la favela me encanta y porque ahí me está esperando la banda de La Garganta. Por eso, sin ánimos de presionar, ¡hoy hay que ganar! O como mínimo, disfrutar un segundo, porque de eso se trata la Copa del Mundo, y no tanto de la guita: pago lo que sea por un gol del Pipita. O por verlos a todos ahí, tal como los vi cuando estaba roncando: ellos tocando, ustedes alentando y yo como un boludo, rimando….
Qué pasa, jodones, ¿se están riendo de mis visiones? Yo no lo haría: ya derretí un chocolate a baño Di María. Y ahora que volví por un partido, le dejé un pedido a Messi en el hotel: “Te lo encargo, Lionel”. De una, hermano, vos andá tranquilo que nos cuida Mascherano. Y si se pone fulero, Romero. Y si nos cuesta remontar, ¡esta barraaaa, quilomberaaaa, no te deja, no te deja de alentarrrr!
Perdón, me emocioné. Pero ya fue, porque total yo elijo mis profecías a mi antojo, desde que me hace soñar Marcos Rojo. Pues aunque pueda ser una preocupación el juego colectivo de la Selección, a mi nada me desvela, ni en la villa, ni en la favela, donde pienso seguir soñando después de dormir esta noche acá… ¿O conocen otro modo de llegar al Maracaná?
Más allá del nerviosismo natural y de cuánto le cueste a la Argentina encontrarle la vuelta al rival, es bueno saber que Bélgica no es un equipo de cotillón, pero tampoco tiene nuestra explosión. Ni un tipo capaz de soñar con esta precisión. Y si bien es cierto que todavía sigo despierto, también es cierto que me sigo ilusionando hasta por los codos: si los nuestros están bien, son los mejores de todos.
Hoy, sin dudas, tenemos el partido más importante del Mundial: después de 24 años, podemos llegar a una semifinal, además de lograr esa relajación que siempre hace falta para salir campeón. Pero lo más importante sigue siendo la pasión, que no depende de los resultados, ni de los críticos malintencionados… Yo confío en Sabella y en esa serenidad que muestra frente a tanta responsabilidad, por lo mismo que confío en este grupo desde la Copa hasta la raíz: porque son de mi país.
Ahora, sólo nos queda alentar, bancar, aguantar, saltar, disfrutar y gritar, para que el Loco Houseman no se tenga que despertar…
¡Fuerza, Argentina!
¡Fuerza, Neymar!