«Alguna vez un periodista escribía sus crónicas de guerra bien lejos de las balas. La prensa decía guerra. Pero era una invasión. “Qué fácil es moralizar desde tu habitación presidencial de un hotel cinco estrellas”, le replicó un crítico.

Los periodistas solemos moralizar y opinar como expertos de …temas que apenas conocemos. Y, peor aún, si alguno de los protagonistas involucrados se enoja con nuestra moralina de ocasión, no pedimos disculpas ante el eventual error. Calificamos de “intolerante” al ofendido.

Saludo por eso la experiencia que están haciendo los amigos de La Garganta Poderosa, para hablar de los contrastes de este Mundial brasileño, los contrastes entre los estadios opulentos y la obscenidad de la FIFA por un lado, y el poder de la fiesta popular por el otro.

Saludar que, lejos del hotel cinco estrellas, puedan contarnos desde una favela cómo se sigue un Mundial. Cómo se emocionan o se indignan los que pagan la fiesta. Pero quedan afuera de ella. Y que puedan hacerlo no con una visita guiada de cinco minutitos. Sino viviendo allí.

Siempre creí que, como me decía un viejo y sabio profesor, informar es dar forma. Que hay texto y contexto. Y que hay muchas formas de acercarse a eso que llaman verdad. Los saludo entonces. Y agradezco que nos puedan contar sus historias. Ayudan a entender que no hay una verdad única. Y nos obligan a mantener los ojos bien abiertos».