Bien lejos del Maracanã y orientados por el cacique Darci Tupá, logramos llegar hasta aquí, a la comunidad Tupí Guaraní, donde pudimos ver la misma Copa que nos muestran los diarios, desde la óptica de los pueblos …originarios, porque la diversidad cultural también comprende diversas formas de entender un Mundial. Incluso, dentro de las propias comunidades, que no tienen una posición única frente a las adversidades, ni frente a la ropa, ni frente a la Copa. Pues así como hubo indígenas en más de una protesta, hay aldeas como ésta que no defienden el negocio, pero disfrutan del fútbol en sus tiempos de ocio. Apasionados como tantos por la pelotita, nos invitaron a Matabeyi Bonita, para vivir esos 90 minutos vibrantes junto a sus 65 habitantes, todos miembros de un mismo núcleo familiar, distribuido en 13 casas del lugar.
Tal como si hubiéramos viajado a otra ciudad, sumergidos en ese mar de tranquilidad, de pronto nos encontramos hablando en voz baja, entre chozas de barro y de paja, construidas por la desigualdad: “Tenemos un solo baño para toda la comunidad”. Como transporte vecinal, cuentan con un auto que ganaron en un proyecto cultural, avanzando como hermanos, tras las huellas de sus ancianos: “Lidia es referente de la comunidad, porque es la mayor en edad”. Tras habitar muchos años en Niteroi, debieron mudarse a donde viven hoy, “para poder trabajar la tierra de manera independiente y que los chicos pudieran jugar libremente”. Pues ahora no va para bolsillos rotos lo que se plantó para la boca: “Cosechamos nuestro choclo, nuestros porotos y nuestra mandioca”. ¿Y si no alcanza con la agricultura? Manos a la obra con la escultura, que cambia las formas, pero no la cultura… Justamente eso intentábamos descubrir, cuando recién llegados nos sugirieron pasar a dormir, “por si el sueño después llama”. Sí, nos ofrecieron su propia cama, con total naturalidad, a las sombras de la poca luz que ofrece la municipalidad.
Sin tuberías, ni mozos, viven con el agua que sacan de los pozos, ya sea para hidratarse o para ducharse, porque no hay acceso a ninguno de los servicios garantizados en los demás barrios urbanizados. ¿Entonces? Con todos sus pibes desescolarizados, el fútbol los mantiene abrazados, entretenidos y alejados de otras distracciones, ya que usan los partidos para generar reflexiones. Y de ese modo, borran con el codo las evidencias de las eminencias que pontifican desde un atril: acá también se ponen locos cuando juega Brasil. De los tres televisores “para seguir la información”, sólo se enciende uno cuando juega la Selección, junto a la “Koká”, una corona de plumas que Tupá no permite confundir con utilería: “Representa nuestros bellos caminos a la sabiduría”. Si la FIFA los viera a ellos, cuánto aprendería…