Podrían culpar a los imbéciles que tiraron gas pimienta, porque ahí se desató la tormenta. Podrían culpar a los dirigentes que les dan de comer, porque aún los necesitan para sostener su poder. Podrían culpar al Secretario de Seguridad, porque seguro que tampoco vio cohetes en Navidad. Podrían culpar al presidente de la institución, porque Román no hubiera permitido este papelón. Podrían culpar a los entrenadores, porque son los encargados de sacar a los jugadores. Podrían culpar a las figuras con experiencia, porque le siguen teniendo miedo a la desobediencia. Podrían culpar a los trajeados de la confederación, porque cuatro tipos quemados no les bastaron para la suspensión. Podrían culpar a los hinchas que aplaudieron la gilada, porque los “inadaptados” están adaptados a que nunca pase nada. Podrían culpar a casi todos los actores de la secuencia, porque ninguno abandonó su relación de dependencia. Podrían culparnos a todos como sociedad o simplemente atribuirle la responsabilidad a “la gente”, pero cargan las culpas sobre el más inocente, porque total es un pobre boludo, sordo, ciego y mudo, que ahora tampoco se puede defender: el fútbol no tuvo nada que ver.
19 mayo, 2015
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Inocente
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