No, nadie, nadie puede defender sensatamente que Luciano murió en un accidente, ni que desapareció por un error del momento, porque todos sabemos que fue secuestrado y torturado adentro de un destacamento, en el municipio de La Matanza. “Yo resistía desde el principio, porque todavía tenía esperanza”, dice llorando su viejita querida, que lo estuvo esperando con vida hasta el día que le dijeron “apareció”, pero no como imaginó tantas veces, durante 5 años y 8 meses, sino enterrado en la Chacarita. Y entonces ahora grita con la bronca sepultada de los atropellados, para romper la coartada de los ojos cerrados: “Si compraba seis huevos a principio de mes, Lu me sacaba tres, porque decía que cartoneando los podía reponer, pero sus amigos no tenían para comer”. Comprobada la portación de una visera peligrosa, agravada por la tenencia de una zapatilla rotosa, se supo que no aceptó robar una seca, ni mendigar una beca para la biblioteca que solía frecuentar, donde lo encontraba Julio Verne para salir a volar. “Como no teníamos para la cuota que debía pagar si quería llevarse los libros del lugar, él hacía esas 15 cuadras corriendo y se quedaba ahí, toda la tarde leyendo”. Condenado al olvido, desaparecido y vuelto a desaparecer, por todos los que cerraron el orto por miedo a perder poder, Arruga se negó a darse a la fuga, con la misma tenacidad que se negó a “laburar” en la clandestinidad, para los mismos que después te venden Seguridad: “Yo sé bien cómo se ponía, cada vez que les pegaban a los pibes en la comisaría”. Orgullosa y poderosa, intenta contener el dolor en las entrañas, cuando recuerda que “soñaba conocer el mar y las montañas”, sin esperar nada que no estuviera al alcance de la mano, “porque la nieve ya la conocimos cuando nevó en el conurbano”. ¿Te parece que inventa? ¿Te parte el corazón? ¿Por qué mierda no te lo cuenta ningún canal de televisión? “No le debemos absolutamente nada a los medios de comunicación, porque sólo han aportado a nuestra difamación”. Ni la estigmatización de los barrios, ni la corrupción de los funcionarios, ni la complicidad del Gobierno provincial, ni el silencio del Gobierno Nacional podrán cambiar la historia, ni manchar su memoria, ni borrarla con los codos: “El nombre de mi hijo les queda grande a todos, aunque pretendan disimular con algún comunicado todo este tiempo que nos han abandonado”. ¿Vamos a seguir mirando para otro lado? ¿O acaso alguien no lo sabía? A Luciano lo mato la Policía.