17 marzo, 2016
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Seamos Chicha, que lo demás no importa nada

No sabíamos siquiera si podríamos entrevistarla, pero una tarde cualquiera salimos a buscarla, sin libretos, ni libretas, ni guión, para coparle la casa con nietos y nietas del corazón: “No tiene ganas de hablar, pero quiere que la vengan a visitar”. Y sí, allá fuimos, dejando todas las preguntas que escribimos para otra oportunidad, porque Chicha no se levantaba desde la última Navidad, cuando muchos celebramos la aparición de Clara Anahí, rebalsados de amor, minutos antes de publicar que no era así, que todo había sido un error. “Miren, hoy necesita descansar, pero dice si el jueves podrían regresar”. Con muchos más motivos, volvimos en dos colectivos y una chata, desde Zavaleta hasta La Plata, para darle los besos más ricos que pudimos preparar: “Ah, ¿vienen con los chicos? Entonces, me voy a maquillar”. Casi tan hermosa como poderosa, nos esperaba detrás de la puerta, pero guarda, “ni sueñen que salga con la boca abierta”. Ni de casualidad, “de verdad, Chicha no grita”, pero nuestra persistencia y la insistencia de Norita terminaron logrando que lo intentara: “Sólo si me dejan gritar el nombre de Clara”. Todo ese silencio tan brutalmente silenciado, detonó de repente en “un grito atragantado”, bañando de lágrimas una mirada que brilla medio segundo después: “Van a tener que llevarme a la villa, la próxima vez”. ¿Se escucha? Carga 92 años de lucha cotidiana sobre la piel, 40 marchando por Diana y 40 recordando a Daniel, sin que nadie pueda frenarla. “¿Pero cuánto me queda para buscarla?”. Toda la eternidad, porque la dignidad no entiende de puntos suspensivos y porque “la Iglesia tiene que abrir sus archivos”. No usa metáforas lavadas, usa miradas que ciegan al cinismo, a su guerra, a sus cohechos, a sus fulanos: “El macrismo pateará tierra sobre los Derechos Humanos”. Porque sí, aquí sobran pronunciamientos, pero todavía falta que 400 hijos de la sociedad puedan tener acceso a su propia identidad, como esa bebita que se llevó Etchecolatz, frente a todos los testigos que hoy gritamos “Nunca Más”. Porque no, amigos, la memoria no para. Y la historia, ¡la historia es Clara!

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