2 abril, 2016
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Iluminados por el pueblo

Hoy, la memoria y 649 gargantas de la historia nos piden que peguemos otro grito poderoso, porque no hubo tirano, ni escuadrón que las venza. Y sí, algún día titularemos: “Alborozo ciudadano por la recuperación de Papel Prensa”. Por ahora, mientras los mismos medios que mentían otrora sigan ejerciendo su libertad de empresa, cuando se te venga a la cabeza el gobierno de Inglaterra, el infierno de la guerra, la soledad de los caídos, la crueldad de los distraídos, el dolor de los veteranos o el valor de los Derechos Humanos, recordá los nombres que durante décadas nos estuvieron escondiendo: todos estos hombres viven sobreviviendo.

– Como muchos adolescentes, Bernardo Quetglas fue a la guerra sin preparación. “Disparé una vez y mi fusil se rompió: de cada diez, andaba uno”.

– Entre tantos otros sufrimientos, Juan de la Cruz Martins padeció desnutrición en Malvinas: partió con 62 kilos, y volvió con 29.

– Cada vez que busca trabajo, Manuel Alfaro vuelve a recodar: “Si decís que sos ex combatiente, nadie te quiere tomar… La guerra me arruinó la vida”.

– Elbio Monzón aguantó 10 días en una balsa, a caramelos y agua: “Nunca pensé en el suicidio, pero sobrevivir fue una inmensa batalla”.

– Rodolfo Caminos, director del documental “No somos héroes”, sobrevivió a las dos tragedias, “a los militares argentinos y a la guerra”.

– Tras la guerra, Juan Martin inició un tratamiento psiquiátrico, porque perdió la noción del tiempo: “Quería visitar a mis amigos muertos”.

– Adrián Rocha Novoa, al volver, quiso saber qué decían los medios sobre la guerra. Prendió la tele y la radio. No escuchó nada.

– “Tendría que estar muerto”, dice Miguel Savage, que resucitó en las páginas de “Malvinas, viaje al pasado”, su verdad.

– Adrián Campana no quería ir a Malvinas, porque se iba a recibir de profe. Fue, volvió y se recibió de maestro, en Kung Fu.

– Durante la guerra, Jorge Jiménez tenía un lema: “Vos cuidá mi espalda, y yo la tuya”. A su regreso, la espalda se la dio la sociedad.

– A la hora de organizar los misiles, Miguel Giorgio se encontró con la miseria de la Junta: las instrucciones estaban en inglés, francés y árabe.

– Antes de ir a Malvinas, Jorge Tedesco estudiaba música. Tras ver morir a sus hermanos, ya no pudo mantener los compases.

– Al terminar el servicio militar, Oscar Luna debió viajar a las Islas, sin saber que perdería 18 kilos y 649 sonrisas. Hoy, es psicólogo.

– Héroe y víctima de Malvinas, Martín San Miguel reconoce que tuvo miedo, “porque si alguno no lo tuvo, era un robot”.

– Desde el 2 de abril del 1982, Ricardo Cuevas habla de dos vidas: una anterior a la guerra, y otra que empezó a sufrir al volver.

– Como a todo el país, a Sergio Cambronera lo sorprendió la guerra, porque “fue algo que se hizo en silencio y sin ningún tipo de planificación”.

– Al regresar de Malvinas, José Carrizo no quiso que su hijo lo recibiera a su llegada: “Tenía mil cicatrices y la cabeza destrozada”.

– Roberto Rada reniega del mote de héroe, “porque Héroes son los que murieron. Yo volví. Yo perdí. Y en vez de alegría, traje tristeza”.

– El día del hundimiento del Belgrano, Roberto Grill llegó tarde a su puesto de guardia. Sólo por eso, hoy está vivo.

– Julio Más se refugia en los brazos de su esposa, Patricia, cada vez que se despierta sobresaltado, ahí, todavía ahí, en las Islas Malvinas.

– De los golpes de la guerra, para Marcos Giménez el peor fue volver, “con las ventanas cerradas, como si nos quisieran esconder”.

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