19 abril, 2016
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¡Justicia por Ismael Lucena!

CRÓNICA DEL JUICIO, DÍA 1

 

El 18 de abril fue una jornada más que especial. Desde aquél día en que quienes conformamos la asamblea de La Poderosa Tucumán nos acercamos a la familia de Ismael Lucena, para comenzar a visibilizar el caso con el grito de La Garganta, empezamos a conocerlo a él, a través de los relatos de su gente: sus familiares, sus amigos, sus vecinos. Nos hicieron parte de su vida, mediante anécdotas, imágenes, almuerzos, sobremesas y muchos, muchos mates. A medida que lo fuimos conociendo, lo comenzamos a sentir como uno más de los nuestros, de los que salimos a ganarnos la vida todos los días, de los que la luchamos, de los que queremos salir adelante. Ismael se convirtió en la bandera de todos nosotros.

 

Fue precisamente durante aquella tarde: justo ahí, sentimos la necesidad de acompañar a Isabel, esa tremenda mujer que en teoría era su cuñada. ¿Pero en la práctica? En la práctica, fue una madre más. Ni el dolor de la muerte, ni la dureza de las amenazas, ni los abismos que nos separan a los ciudadanos comunes del Poder Judicial, pudieron con sus gritos, ni con su firmeza. Y mucho menos, pudieron con su amor por “el negrito”.

 

Y ayer, tras cuatro años de espera, de histeria, de enfermedades y decepciones que comenzaron el 10 de noviembre de 2011, inició el juicio.

A las 12 del mediodía, bajo una llovizna intensa que no dio tregua, varias organizaciones sociales, partidos políticos y particulares, nos concentramos en las calles Lamadrid y Congreso, una de las esquinas del Palacio de Tribunales.

 

Fue un día tan agotador como satisfactorio.

 

Está claro que el Palacio de Tribunales es un lugar que no le pertenece al pueblo. Una celosa custodia de la Policía de la Provincia vigila este edificio de extensas escaleras, que impresionan por su enormidad: uno se siente minúsculo ante tanta inmensidad. Y pensamos que, seguramente, esa sea la intención.

 

Pero ayer, a raíz de la lucha sostenida desde la Mesa de Apoyo a la Causa Ismael Lucena por las distintas organizaciones políticas presentes, los barrios entramos al Palacio para gritar “¡Justicia!”, “Ni un pibe menos”, y para exigir la derogación de la Ley de Contravenciones, que rige desde la última dictadura cívica militar.

 

Sentados en el banquillo de imputados, los juzgados eran ellos, esta vez. Sí, los policías, los brazos ejecutores de las políticas represivas y criminales del Estado. Los miramos a los ojos, y por un ratito nos sentimos con la tranquilidad de sabernos del otro lado. Al menos ese día no seríamos quienes recibiríamos los golpes, como los que recibió Ismael por parte de dos policías de civil, hasta provocarle la muerte. Ése, fue el golpe más bajo que recibimos.

 

El tribunal estuvo integrado por los jueces Alicia Freidenberg, Dante Ibáñez y Néstor Rafael Macoritto. En la primera audiencia declararon los cinco policías imputados. Adrián Arturo Monserrat y Mondino Becero están imputados por homicidio agravado. Mientras que Antonio Zelarayán, Rubén Tejerina y Francisco González, por encubrimiento agravado, falsedad ideológica de instrumento público e incumplimiento de deberes de funcionario público.

 

Con el sonido de batucada de las organizaciones que cortamos la calle Lamadrid retumbando en la sala, comenzaron las declaraciones de los 5 policías imputados.

 

El primero fue Mondino Becero, quien aseguró que “el procedimiento comenzó por el mensaje de una vecina que pidió su intervención por la sospecha de que había delincuentes en el barrio”. Estando de licencia, justificó el uso del arma reglamentaria por considerar al lugar como “zona roja”.

 

Según declaró, en compañía de los vecinos recorrieron el barrio buscando a los presuntos delincuentes. En ese momento aparecieron Ismael y Marcelo, quienes fueron señalados por los vecinos como los supuestos maleantes. Mondino Becero afirmó que cuando su compañero gritó: “¡Alto, policía!”, los jóvenes empezaron a correr. Mondino relató que él llegó primero a la casa de los Álvarez, donde Ismael y Marcelo habían intentado refugiarse. “Allí, lo logramos reducir en la galería de la casa y le dije ‘alto, tirate al piso, policía’, y Lucena se me abalanzó encima para quitarme el arma. Mientras, López estaba tirado en el suelo porque ya lo había logrado reducir”. Minutos después, se contradijo por primera vez: afirmó que el único contacto que había tenido con Lucena había sido un empujón que le dio a Ismael producto de un tropiezo.

 

Su testimonio continuó plagándose de cada vez más y más contradicciones. ¿Y los golpes a Ismael? Nunca admitió haberlos dado él.

 

Luego, fue el turno de Arturo Monserrat, quien esa noche se encontraba de franco. En su relato, aseveró que Mondino Becero tenía antecedentes violentos. En un principio, no distó mucho de lo que contó el otro imputado, pero agregó que cargaba su escopeta personal y que se dirigió a un amontonamiento de vecinos, donde ya se encontraba Becero. Según él, cuando aparecieron Lucena y López, él fue quien dio la voz de alto, y disparó a un montículo de tierra para que los perdigones se perdieran. Aseguró haber ido con un adolescente a la par, mientras que Mondino iba adelante con Exequiel, un joven vecino de la zona, a quien, siempre según su testimonio, le aconsejó: “Alcancemos a Exequiel y traigámoslo de vuelta, porque conozco a Mondino y sé lo que es capaz de hacer”.

 

Luego, agregó que Becero tenía causas por lesiones, y que por eso había dicho que conocía lo que era capaz de hacer. “A Mondino lo conocen todos en la Regional Norte y la mayoría sabe que es un violento”, afirmó Monserrat.

 

Prosiguió: “Llegamos a la primera cuadra del barrio El Gráfico, donde en la casa que habían acontecido los hechos había una mujer llorando y dos personas reducidas en el suelo. Me acerqué a los jóvenes y les pregunté por qué estaban ahí, y uno de ellos, López, me dijo que eran del barrio Experimental y que habían ido a ver a la novia del reducido ensangrentado. Yo le dije que ya era tarde: ‘¿Por qué estaban ahí?’, les pregunté. Me dijeron que se les había pasado el colectivo”.

 

Al finalizar, expuso: “En ese momento llamé a la Regional Norte, y me atendió el operador de turno, Mario Chumba. Le expliqué la situación y a los minutos llegaron en una camioneta Ford Eco Sport blanca los sargentos Tejerina y Zelarayán. A López se lo llevaron en la camioneta y a Lucena caminando, a la comisaría de las Talitas. Yo no continué con los procedimientos en la comisaría, porque pensé que se encargarían los sargentos. Al otro día, cuando me enteré de la muerte del joven, llamé a Mondino.»

 

«Recuerdo su respuesta: ‘Ya veré qué voy a hacer’”.

 

El tercer testimonio fue el de Rubén Tejerina: “A la medianoche del día de los hechos, el oficial González nos comunicó que había un llamado de auxilio, y nos dirigimos hacia el domicilio. Cuando llegamos, el primero que salió fue Mondino con una escopeta en la mano, y me dijo que estaba harto de que sigan robando en la zona. En ese momento me acerqué a Lucena, que estaba reducido y sangrando en la cabeza. Me dijo que estábamos confundidos, que ellos habían ido al barrio Virgen del Huerto a ver a una amiga, que no eran ladrones”.

 

“A Ismael, lo llevé caminando para no ensuciar la camioneta con sangre.»

 

«Estábamos a dos cuadras de la comisaría. El joven López fue con el sargento Zelarayán en la camioneta”. Después agregó: “Mientras esperábamos que lleguen Mondino y Monserrat, charlamos con los jóvenes. Pasó el tiempo, y como vimos que no había nada claro, y que Monserrat y Mondino no llegaban, decidimos mandarlos a la casa. Los jóvenes no quisieron acusar a nadie porque dijeron que era una confusión y los llevamos a los muchachos hasta la ruta 305 en mi auto particular. Al otro día, tipo 7 de la mañana, Zelarayán me llamó diciendo que uno de los jóvenes había fallecido”.

 

El cuarto testimonio fue del Sargento Zelarayán, quien coincidía con Tejerina. Remarcó que él también había visto a Mondino con la escopeta de Monserrat en sus manos. Esto contradice la versión de los dos primeros imputados, quienes afirmaron que Becero portaba su arma reglamentaria y Monserrat su escopeta personal. Además, expresó que los jóvenes nunca estuvieron detenidos, sino afuera de la comisaría conversando, fumando. Dijo, también, que desde su punto de vista los dos jóvenes eran víctimas. Al finalizar, confesó que no es común que dos agentes que estuvieran de franco o de licencia, hicieran este tipo de procedimiento. 

 

El último en declarar fue Francisco González, quien en ese momento era Oficial Subayudante de la comisaría de Las Talitas. Declaró que a la comisaría había llegado una llamada efectuada por una mujer, diciendo que en el barrio El Gráfico había dos personas reducidas. Contó que en ese momento pidió a Tejerina y a Zelarayán que se acercaran al lugar de los hechos, y a los minutos “volvieron los dos sargentos con dos jóvenes, uno de ellos ensangrentado”. Y agregó: “Ellos me dijeron que todo fue una confusión y que querían ir a casa. Labramos un acta, en la cual los jóvenes no acusaban a nadie, y que por confusión habían sido golpeados. Ellos la leyeron y quedaron conformes”.

 

Hoy, martes, declarará la familia, en el segundo día del Juicio a Ismael Lucena.

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