* Por Osvaldo Bayer.
Una bestialidad. Aquel día todos fuimos víctimas de una bestialidad, otra exposición más de la brutalidad policial, fusilando personas como si no formaran parte de una democracia. Y por eso hoy, vengo a sumar mi grito al grito de todos ustedes, como lo hago todos los 26 de junio, hace ya 14 años. ¿Por qué? Porque mataron cobardemente a dos jóvenes, a dos luchadores, a dos compañeros nuestros. Y porque sólo así, sólo siguiendo las huellas de quienes marcaron el camino del pueblo, podremos alcanzar una mejor calidad de vida, una democracia capaz de erradicar la miseria, porque precisamente de eso se trata la democracia. Desde siempre, como a tantos, me tocó resistir a la represión contra los movimientos populares que buscan la igualdad, pero los gobiernos no han aprendido nada. Siguen apretando, humillando y pisoteando a la gente, alimentando la desigualdad, mientras concentran la riqueza, a las sombras de las necesidades básicas insatisfechas. Y de las balas. Pero entonces, ¿quiénes fueron Maxi y Darío? Dos militantes de abajo, dos amigos de las causas populares, dos enemigos del hambre, dos seres humanos capaces de imponer su dignidad, contra la impunidad de otros. Dos pupilas que arden, en los ojos de todos nosotros.