12 julio, 2016
, Isla de Gaspar

“Un pedazo de nuestros sueños”

* Por Shirley Medina Caballero, vecina de Isla de Gaspar, Montevideo.

 

Vine a vivir al barrio allá por el 76, cuando todo era chapa y cartón. Cuando no había luz ni agua. Cuando no había ningún servicio básico.

 

Era horrible vivir así, y yo sabía que algo teníamos que hacer para cambiar esa situación. Comencé, entonces, a hablar con las mujeres mientras hacíamos cola en las canillas de la calle para llevar agua a los hogares. Ahí, me dije y les dije, que podíamos vivir mejor. Juntos, los vecinos hicimos un camino de escombros donde todo era barro, mientras algunas mujeres salieron a trabajar en limpieza.

 

¡Qué tiempos!

 

En el 85 llegó la democracia. ¡Aleluya!

 

Seguimos unidos y trazamos metas: primero las calles, luego la luz, seguimos con el agua… y después vino la pelea, con expedientes y más expedientes, para acceder a una vivienda digna.

 

Conseguimos un médico de familia que visitaba el asentamiento. Entre algunos vecinos y la ayuda de varias maestras dimos apoyo escolar para los chicos. Todo eso, mientras golpeábamos puertas, ventanas y todo lo que se nos cruzara, una y otra vez, para que alguien nos escuchara.

 

El 2005 nos trajo un cambio de gobierno, y la esperanza de una regularización o relocalización. No nos importaba cómo: solamente queríamos viviendas dignas. 

 

En 2011, firmamos un convenio con la Intendencia de Montevideo y el Ministerio de Vivienda para la relocalización de Islas. Ahí comenzó la maratón de reuniones. Sí, una verdadera maratón, que aún seguimos corriendo.

 

Y en el 2013, logramos la primera victoria: se mudaron 30 familias, de 240.

 

En la actualidad, ya hay 90 familias reinstaladas, y hoy mismo 27 más comienzan a recorrer ese camino.

 

Ahora mismo, mientras escribo estas líneas, puedo ver en mis vecinos que esperan hace más de 50 años mejorar su calidad de vida, la mirada cansada de quienes han trabajado mucho. Y en los mismos ojos, vislumbro la mirada contenta por la llegada de una vivienda digna.

 

Hoy, cuando comenzaron a construir losetas para los techos de sus casas, sentí un cosquilleo en la panza: era, ni más ni menos, que pura alegría. 

 

Después de 5 años de la firma del convenio, 27 familias más empezaron a edificar un pedazo de sus casas, un pedazo de sus sueños.

 

Tantos años trabajando van tomando color.

 

Aun nos falta, nos falta mucho. Pero cada vez estamos más cerca. 

 

Y eso es lo que nos hace no bajar los brazos.

 

Hoy, me sentí feliz.

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