* Por Alejandro Wall, delegado de Tiempo Argentino.
Anoche, poco antes de la 1, una patota de matones sin identificaciones, encapuchados y encabezados por el empresario Mariano Martínez Rojas, entró por la fuerza a la redacción de Tiempo Argentino, violentando a los tres compañeros que estaban adentro: el sereno Gabriel, su mamá y Nahuel, que no puede caminar porque es discapacitado. A él, por ejemplo, lo despertaron dándole patadas en el piso… Inmediatamente cinco de nosotros llegamos hasta la redacción, pero no podíamos entrar, dado que los tipos se mantenían adentro, tapando todo, manipulando nuestras herramientas, rompiendo nuestras cosas y haciendo todas las barbaridades que constan en la denuncia. Pues tal como lo indica un acta labrada en febrero por el Ministerio de trabajo, nosotros somos custodios de nuestro lugar, de nuestro empleo, de nuestra cooperativa, «Por Más Tiempo».
Contra todos los pronósticos del mercado, sacamos un periódico todos los domingos, que agota sus ediciones. Y ahí reside la gravedad del delito que acaban de cometer: violentaron un medio de comunicación. Y no uno cualquiera, uno conformado por los trabajadores que no han tenido respuestas de los empresarios, ni del Estado. Atacaron nuestra cooperativa de trabajo, mientras los empresarios que nos siguen debiendo los salarios y que vaciaron todo esto siguen libres: Garfunkel en Miami, y Szpolski por ahí, paseando. ¿Se entiende? Para ellos, los empresarios, la guita y la impunidad. Para nosotros, los laburantes, los palos y la calle.
Toda esta patota de mercenarios entró a nombre de Martínez Rojas, que dice ser el dueño del diario, aunque jamás puso un peso, ni acreditó serlo. Pero no es la primera vez que este individuo se maneja con patotas, porque los trabajadores hemos recibido una infinidad de amenazas, y no sólo mediante redes sociales. Nosotros hemos visto, estudiado y padecido cómo se manejaron con autos sin patente por la puerta del diario, durante todos estos meses. Y de hecho, también con una patota, sacaron a los trabajadores de Radio América de la planta transmisora. ¿Quién es entonces Martínez Rojas? Nadie, un matón más.
Ya cerca de las 4 de la mañana, logramos ingresar otra vez, por la fuerza. Sí, debimos hacerlo así, porque la policía se disponía a demorar todo, actuando como consigna mientras la patota seguía acomodándose adentro del lugar. Cuando les pedimos a los efectivos que los sacaran, nos dijeron que debíamos esperar hasta las primeras horas de la mañana para hablar. Y hasta pretendieron hacernos patear para adelante la denuncia en la comisaría. El colmo, sí: los oficiales incluso llegaron a forcejear con los trabajadores, mientras los patovicas huían por los techos, impidiendo ser identificados. Justamente por eso, aún no sabemos ni cuántos eran.
Imagínense si habrá sido absurdo el accionar policial, que los efectivos le pedían “tranquilidad y paciencia” a una vecina en shock que gritaba desde su terraza, porque tenía a todos esos tipos saltando por el techo. ¿Para qué sirvió la policía, entonces? Para eso, para completar el operativo de Martínez Rojas, impidiendo que los trabajadores entraran al edificio y dejando a los compañeros frente a frente con los agresores que, en un momento, accionaron los matafuegos para ahogarlos.
Sí, todo esto hoy, lunes, julio, 2016, siglo XXI.
Sentimos bronca, indignación e impotencia, porque todo el tiempo estamos peleando. ¿Pero saben qué? También sentimos la solidaridad y la unión de toda esta cooperativa, porque todos salimos corriendo, sin importarnos la lluvia, los palos o cualquier otra cosa. Hoy contamos con el apoyo de distintas fuerzas políticas, de los colegas en otros diarios y del resto de los medios populares como La Garganta, que ahora nos están ayudando a gritar que no, que no podrán ponernos de rodillas.
Vamos a seguir haciendo Tiempo Argentino.