*Eli Leiría. Miembro de la asamblea permanente del bloqueo a Monsanto
Cuando me preguntan si los agrotóxicos enferman y matan, yo les muestro mi historia clínica: nunca fumé un cigarrillo y tengo enfisema pulmonar, las vías respiratorias destruidas y mi aparato digestivo dañado. También sufro de asma; y como si eso fuera poco, me ha atacado el sistema nervioso central.
Me sumé a la lucha contra Monsanto en la primera asamblea, cuando algunos vecinos empezaron a organizarse para impedir la instalación de la planta en el 2012. Luego de un tiempo, las medidas de lucha fueron cambiando: cortes de ruta, marchas y diversas actividades para que toda la comunidad se entere lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, la construcción continuaba con 500 obreros trabajando adentro de la planta. Entonces, tomamos una decisión que se mantiene hasta hoy. Nos plantamos, acampamos y bloqueamos la entrada a la fábrica. Estos años han sido de terror porque, con la complicidad de los políticos y de los medios masivos de comunicación, hemos sufrido innumerables represiones. Todos los 30 de diciembre, como regalo de fin de año, nos daban una paliza.
Ahora estamos al tanto de los rumores que circulan: Monsanto ya pidió presupuesto a tres empresas para que desarmen la planta y así poner a la venta el terreno. Pero aún no hay nada oficial, por eso para nosotros no hay otra alternativa: ¡acá el bloqueo va a continuar!
Monsanto va a tratar de tener una salida elegante sin hacer mucho ruido, sin anunciar nada, argumentando que “la ubicación de la planta no da rédito económico”, pero la verdad es que es la primera vez que pierden una de estas batallas. Cabe aclarar que la persecución con patotas nunca frenó, pero la dignidad de este pueblo fue más grande y enfrentó al gigante de los agrotóxicos. Nosotros, los vecinos y las vecinas, los obligamos a levantar esa fábrica de muerte.
Sin dudas, todos estos rumores generan una mezcla de felicidad y alegría, pero también de angustia, sí, porque hay que tener coraje para aguantar tanto tiempo lo que hemos vivido los vecinos de Malvinas. No nos merecíamos esto, que nos maten así: a nuestra gente, nuestros animales, nuestros montes. Esta empresa es sinónimo de muerte.
Nosotros teníamos una vida tranquila… yo plantaba mis verduras en el patio, tenía mis naranjas y limones, pero cuando empezó el acampe abandoné mi casa. En estos casi 4 años pase más tiempo en la puerta de la fábrica que en mi hogar, junto a mi marido y mi hijo. Realmente no nos merecíamos esto. Pienso que no hemos ganado una guerra, pero sí una batalla muy importante. Tal vez, la batalla ecológica más importante de los últimos tiempos.
Y por supuesto que la lucha es más larga y excede a Malvinas Argentinas. Si se van de acá a buscar otro lugar, ahí estaremos acompañando y bancando. Porque estas empresas llegan con sus millones a lugares como Malvinas, prometiendo prosperidad ante la falta de trabajo y de posibilidades para ir a la universidad, pero con fecha de vencimiento: nuestra muerte. Ojalá nuestra lucha sirva de ejemplo para otros lugares.
El miércoles vamos a volver a exigir al Municipio que se expida para cerrarle las puertas definitivamente a la empresa. Y en septiembre, al igual que en los últimos 3 años, volvemos a festejar el festival “Primavera sin Monsanto”. Ojalá que este año, sea “sin Monsanto” de verdad. Mientras tanto, los seguiremos esperando, firmes, en el bloqueo.