Por Salvador Zúñiga, hijo de Berta Cáceres, a seis meses de su asesinato.
Mamá, aunque nuestra niñez fue atravesada por la pobreza, nunca dejaste de luchar ni de cuidarnos a mis hermanas, a mí, ni a los niños de nuestra comunidad. Sin importarte los lazos sanguíneos fuiste siempre muy tierna y cariñosa. Nos trasmitiste tu fuerza, tu sentido de humanidad preocupándote y ocupándote de que todos tuviéramos algo de comer. Y aunque nosotros nunca fuimos a la escuela, nos contagiaste tus deseos de transformación.
Constantemente, aprendimos cosas junto a los demás, creando un sentido crítico de todo lo que nos rodeaba. Y gracias a ti, siempre nos preguntábamos el porqué de las cosas. Lo que más nos enseñaste fue a soñar con un mundo distinto, a defender nuestras raíces para que no nos tomaran de ignorantes. Así, crecí escuchando a muchos llamarte “Revoltosa”, “Bruja”, “Guerrillera”. No fue fácil oír que te llamaran así. Sin embargo, entendí que sus insultos eran provocados por un encierro que existía en sus cabezas. Y sobre todo comprendí que debía esforzarme en la búsqueda de un futuro mejor a pesar de cualquier agravio.
Tu papel fue muy importante en mi vida y en la de nuestra comunidad. A partir del golpe de Estado en Honduras de 2009, pude ver que tu lucha era importante como también peligrosa: por las masivas movilizaciones, el sistema opresor no dejó de intimidarnos. Nos quisieron hacer sentir invisibles, pero con las ancianas de la comunidad Lenca seguiste luchando y con el esfuerzo que nos transmitieron pudimos, aun siendo niños, crecer como personas transformadoras.
Ahora, nos sentimos verdaderos protagonistas de los procesos sociales. A pesar del crimen que te arrebató la vida hace seis meses, y las amenazas y la represión de aquellos que están en búsqueda de arrebatarnos nuestro territorio, seguimos con tus ideales como ejemplo. No nos rendimos, porque sabemos que el acto de rebeldía más sincero es mantener vivos los ideales de las personas que ya no están.
Por eso, mamá, sigo esparciendo tus sueños multiplicando la lucha, sin perder la esperanza de que se esclarezca tu crimen.