Quienes llenan de vida y de vidas a nuestras comunidades, meciendo sueños de dignidades y dándonos de mamar fuerza guerrera, no se tragan el cuento de que “madre hay una sola” ni el de que exista para ellas un solo día: desde que amanece, todas hacen malabares para llenar una cacerola vacía. Porque sí, esa eterna “madre moderna” que es ama de casa y también profesional, se inventó en la villa la primera vez que una madraza tuvo que hacer de empleado municipal, metiendo una mano en una cloaca obstruída, dejando libre la otra para preparar la comida. Por eso, presentamos un homenaje fotográfico bien a contramano de esa mami muy divina y prolija que publicitan para vendernos la última baratija: acá, para decir «vecino» o «vecina», nuestras viejas dicen «hijo» o «hija».
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