19 noviembre, 2016
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«Por qué copamos la Marcha de la Gorra»

* Camila Sosa Villada, escritora cordobesa, orgullo villero.

 

Yo le quiero decir por qué voy a la marcha de la gorra cada año: voy porque soy negra. Mis abuelos maternos eran negros, ambos tenían sangre comechingona y negra, así como le digo, negra del África. Mi mamá es negra también. Una hermosa negra amazona, luchadora y herida. Así que como yo soy negra y aquí gran parte de lo que pasa tiene que ver con el color de piel, yo voy a la marcha de la gorra donde hay miles iguales que yo. Ser negro puede tener muchísimas ventajas, usté sabe. Ser morocho, digo. Pero también hay que andar con cuidado, porque si eso se lleva con orgullo, es decir, si alguien decide orgullosamente andar con una negra actitud por la vida, entonces la gente se exalta y opina a viva voz, vea, a los gritos para que se escuche bien: “estos negros cortando la calle”, “vayan a laburar”, “qué miedo los negros de gorra porque yo no quiero ser mala, pero nunca te roba un rubio».

 

 

Hay que oír eso y a veces callar, a veces explicar y a veces enojarse mucho. Me da un poco de bronca que la gente se enoje, porque no sabe, claramente. Pero con esta bronca hay que bailar, me entiende, no dejarla acá contenida para no darles el gusto. Mire, este es nuestro carnaval. Estamos todxs juntxs, todxs, mire, personas que no acuerdan nunca, esxs que se separaron con rencor, amantes divorciados, el partido tal con el partido tal, Talleres con Belgrano, Boca con River, mujeres, negrxs, todxs putxs, todxs villerxs, todxs cartonerxs, todxs pobres, todxs perseguidxs, todxs violentadxs. Caminamos por el medio de la calle orgullosamente y hasta nos animamos a bailar, mientras algún pibe escribe sobre el asfalto: el amor que todo lo cura. Y yo pienso: “Ojalá todos miren al suelo y lo vean”.

 

Nuestras banderas van por encima, ahí está parte de lo que somos. Ahí ponemos nuestro valor y nuestro miedo. Hace un poco de frío, a pesar del 18 de noviembre y de las cinco de la tarde, pero estamos dando calor. La gente no lo sabe y por eso se enoja. Un buen paso es hacerle saber a la gente, darse a conocer… Supongo que por eso somos orgullosamente negrxs. Como la Marcha del Orgullo, vio, donde somos orgullosamente putxs. Y este orgullo nuestro que parece poca cosa, porque andamos sin un mango, es el que no nos deja aceptar que se nos maltrate. Mire cómo lo pedimos: hemos llenado la calle de color, de música, de artistas. Miren los colores de esas banderas, lo bizarro de ese disfraz… Así pedimos que se nos trate bien. Esto va dirigido hacia bien arriba, con todos sus nombres y apellidos, va dirigido a los de siempre encima, empezando por los gringos de más arriba y descendiendo a todos los otros que les sirven. Ellos lo escuchan con sus habanos prendidos, sus amantes en cuatro patas, desnudxs y en tacos bien altos, con los esclavos alrededor arrastrando pesadas cadenas. Por cómo se vienen portando, les entra por un oído y les sale por el otro, me parece.

 

A nuestros pibes los siguen matando, los siguen avergonzando, mire, los detienen, los acosan, no pueden ni meterse al supermercado que ya andan las gallinas cacareando. ¡Co co cocococococó! No es fácil, imagínese, andar así por la calle, en Córdoba.

 

Yo he sido prostituta, me entiende. Ponerme a acusar a la cana, ¿ahora? No, no quiero redundar. Sólo decirle que no estoy cronicando nada, estoy hablándole concretamente de la bronca y el dolor que unx siente de no poder andar libre, resplandeciente, orgullosx por la vida sin que venga un cobani y te rompa los huevos pidiéndote documentos y preguntándote a dónde vas, de dónde venís, a ver, esperá que… Y cómo me dijiste que te llamás, y adónde ibas, esa moto de dónde la sacaste, a ver, y esto, qué es esto, y así… Da bronca, porque eso no está bien. No está bien que nuestras diferencias sean el síntoma de que somos peligrosxs. Peligrosas son las armas. Peligroso es el odio.

 

Las diferencias no son peligrosas para nadie. Si no mire. Acá vamos, miles de personas y eso que está la toma del Pabellón Argentina de la Universidad Nacional de Córdoba en defensa de la educación pública, con otras miles de personas diferentes ya, conviviendo ahí, y seguimos siendo miles. Y cada año se suman muchos miles. No nos van a alcanzar los dedos de las manos para contar los miles que seremos las próximas ediciones reclamando la derogación del Código de Convivencia o Código de Faltas o como carajo se llame, que mire si será gracioso que estoy segura, me juego los dos ovarios que no tengo, que eso está escrito y pensado por gente que no ha convivido nunca. Convivir, ¿sabe? Saber pedir disculpas, ayudar al otro, tolerar, ceder, reclamar, respetar los espacios públicos, agradecer, no dañar, tratar bien… A esa convivencia, no la tuvieron en su vida. Así que en todo caso le deberían poner código sobre cómo hacer que las personas se odien entre sí, para que nosotros podamos seguir juntándola como sorete en pala.

 

Eso sería más justo. Pero no importa. Lo cierto es que no nos han enseñado nada bien, no se enseña lo importante en los colegios. Nadie nos dijo, es por ahí, por donde te sentís libre, ahí tenés que ir. Así que no es culpa de nadie; los que idearon todo este sistema de cosas injustas ya están muertos, hace miles de años, y eso es un valor agregado para nosotros porque la muerte siempre está del lado de ellos. En cambio nuestros muertos, nuestros pibes, nuestras chicas desaparecidas, nuestras víctimas del gatillo fácil, siempre tienen nombre, están en nuestros pensamientos y nuestros corazones. También marchamos por eso, para que nadie se los olvide. Y para que nadie se olvide que los mató la Policía porque alguien de más arriba educa así a los policías, mientras alguien de más arriba hace creer que quienes andan marchando orgullosamente por nuestras calles, son amenazantes.

 

Todo está tan violento que estamos siendo víctimas los que resplandecemos de diferencias, de una cosa atroz, mire, sino la más atroz de todas porque es la misma que rige para la guerra, encontrar culpables para poder activar sus armas. Hasta el fondo del asunto hay que ir y responder así, enérgicos, firmes como los tambores de La Poderosa que oiga qué bonito suenan. Responder con firmeza, con sabiduría, con ternura también, como lo estamos haciendo ahora, en esta Marcha de la Gorra que ya cumplió una década y cada vez será más multitudinaria, hasta que toda Córdoba salga a la calle a bailar. Y entonces, los que están meta llenarse los bolsillos mientras la gilada piensa que somos peligrosos, ya no tendrán más cómplices. Porque lo que yo pienso desde mi más ignorante ignorancia ignorada es que la tarea es restarle cómplices a la maldad. Para eso hay que ver dónde está nuestra maldad, dónde está nuestro enojo. Sabiendo eso, ya podemos ir trabajando en nosotrxs y el resto se contagiará, como se contagia el ritmo.

 

Qué tonta soy, mire, yo antes pensaba que como los de arriba se hacían los boludos y no nos escuchaban, teníamos que hacer una marcha del silencio, en vez de la Marcha de la Gorra. Pero ahora que voy bailando y los pibes dicen que es el único día que pueden venir al centro sin que nadie los joda, pienso que este reclamo enérgico e irrevocable, no podría ser mejor hecho que bailando. Pues como dice la Bodoc: el odio retrocede cuando los hombres bailan.

 

Bueno, perdón, desvarié un poco, le decía que por qué venía a la marcha y me puse verborrágica por la alegría sabe, porque además, cuando yo vine a Córdoba a estudiar por el año 2000, nada de esto existía y me sentía muy sola, muy sola en el mundo, pero resistí y acá estoy, viendo que ahora sí existe, que estamos cuidándonos lxs unxs a lxs otrxs, y que es conmovedor y me hace llorar. Puedo viajar en el tiempo y decirle a esa travesti negra, pobre y prostituta que fui que, aunque parezca mentira, es así, estamos cuidándonos entre todxs y alguien se ocupa que ninguna muerte sea anónima. Eso es emocionante sabe, porque evidentemente algo comienza a echar luz, algo se está gestando y es maravilloso. Yo que siempre fui pesimista, creo que es maravilloso sentir que algo verdaderamente bueno está gestándose… Vamos encontrando una alternativa, comenzando a brillar.

 

Y ahora me voy a seguir marchando: aunque esté frío, la tarde está violeta y allá contra la bandera de La Poderosa se tiña de un rosa extrañísimo el cielo, qué belleza saber que vamos todos juntos bajo este cielo, por un mismo deseo común: que nos tratemos bien.

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