4 noviembre, 2016
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Traigan valientes, que bonitos sobran

Y sí, seguro nos van a sumar un impuesto a la impaciencia, antes de fugar el presupuesto que le quitan a la ciencia, mientras nos cierran alguna paritaria en la jeta, sin malaria que altere su dieta, porque algunos engordan sus acciones cuando liberan las retenciones, de líquidos o de nítidos activos, siempre a las espaldas de dirigentes pasivos, otrora desobedientes, otrora combativos y ahora dormidos por el sueño del bono navideño que viene a refrescar la temperatura social, aunque tal vez ni siquiera sea real o quizá sea más chiquitito… Todo muy bonito.

 

¿O por qué se llena la Plaza, donde confluye la «vagancia», con sus berretines altisonantes? Pasa que la tolerancia no construye jardines de infantes, ni amortiza la desocupación, ni atomiza la inflación, ni urbaniza los barrios, ni actualiza los salarios, ni maximiza las inversiones, ni fiscaliza las represiones. Ni más luces, ni más metrobuses, ni más altar, ni más capital, ni más ortibas: si quieren paz social, tienen dos alternativas.

 

1) Con aires benevolentes, pueden dar un bono irrisorio de consuelo, para calmar a los valientes que dejaron su envoltorio en el suelo, a riesgo de confiar en la capacidad del temor, para domesticar la dignidad del pueblo trabajador, como si los villeros, los carreros o los quinteros fuéramos todos reses, marchando a Mataderos durante un par de meses, para cobrar 2.000 recontentos y agradecer la propina: se necesitan 12.500 para comer en la Argentina.

 

2) O bien pueden: dejar de “contener”, para dejarnos crecer, sin tanto rollo para el verano superficial, dándole paso al desarrollo humano integral que contempla las problemáticas de verdad, en el campo y en la ciudad, de raíz, sin guerra, con derecho, desde abajo, un país con tierra, techo y trabajo, lejos de la explotación infrahumana, pero cerca de la integración urbana, la reforma agraria, la organización comunitaria, la cultura de cada lugar, la agricultura familiar, la duplicación de la Asignación, el salario complementario, la recomposición de los programas a contraprestación, el aguinaldo correspondiente y una reacción contundente de urgencia para todo lo que está mal, que claramente se llama «Emergencia Social».

 

No se trata de impacientes ni pacientes, ni de cuánta alegría somos capaces de soportar, pues apenas somos trabajadores de la economía popular, cumpliendo nuestro compromiso como laburantes, mientras contemplamos esta meditabunda inacción: con el permiso de todos los tolerantes, hoy marchamos por la segunda opción.