17 diciembre, 2016
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Castigar y castigar

*Por Nelson Santacruz, comunicador de la asamblea poderosa de la Villa 21-24

 

En los últimos meses se gestó en el seno de los 3 poderes del Estado, junto a los medios de desinformación, un empuje a la reforma de la ley 24.660 que regula los derechos y obligaciones de todas las personas privadas de su libertad. La iniciativa, impulsada por el diputado radical mendocino Luis Pretti, apunta claramente a un retroceso en materia de reinserción social. No obstante, pese al apresuramiento estatal porque se concrete, en el Penal de Devoto los compañeros presos se hicieron escuchar detrás de las rejas. Con huelga de hambre, pancartas y mucho ruido la protesta se contagió a varios Centros de Detención, y lograron a través de esa batalla que la «Ley Sepultura» no se trate este año. Alejandro Paladino, presidente del Centro Universitario de Devoto nos desvela qué es lo que está en juego, en esta causa invisible.

 

 

-¿Cómo explicarías este atropello a los Derechos Humanos?

-La ley que rige nuestra vida en detención actualmente es la 24.660. En principio no sería tan mala, pero no se cumple. La reforma propuesta convierte esta misma ley en solo castigo y de esta forma se desalienta cualquier intención de desarrollar mejoras personales. Lo grave es que desde el poder político se está planteando una ley regresiva y es terrible el modo en que se intenta realizar. Esto es una violación a los Derechos Humanos porque en 1994 el Estado argentino asumió el compromiso internacional de que las penas privativas de la libertad no solo no serán para castigo de los reos, sino que así mismo deben cumplir un fin resocializador.  Esto, conforme al artículo 5.6 de la Convención Americana de Derechos Humanos y el artículo 10.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Como regulación de esa libertad fundamental de los condenados se sancionó la ley 24.660 y para alcanzar la alabada reinserción social, se deben llevar a cabo arduos métodos de inclusión de carácter progresivo, como ser la capacitación laboral y educativa.

 

-¿Qué pasa si se elimina este derecho de reinserción social?

-La reinserción social tiene una base de progresividad. Si se elimina la progresividad dentro del régimen penitenciario, podemos afirmar que no alcanzaríamos el ideal socializador y sólo estaríamos encarcelando gente para sacarlos de circulación. Muy similar a la tremenda Ley Blumberg del año 2004, donde el endurecimiento de las penas consistía justamente en eso; castigo y nada más. Si se eliminan los regímenes de liberación anticipada como la libertad condicional, salidas transitorias y libertad asistida, para determinados delitos, estaríamos quebrantando la igualdad ante la ley que vela nuestra Constitución Nacional y los tratados de Derechos Humanos con igual jerarquía, ya que se crearía arbitrariamente una sub-categoría de detenido “preso” o condenado.

 

A pesar del compromiso del gobierno de que no será tratada este año, la reforma dela ley ya posee media sanción en la Cámara de Diputados, más rápido de lo que tardó en conocerse el caso y, como apuntaba Paladino, “esto demuestra el ánimo del poder ejecutivo de sancionar una ley a las corridas, y por debajo del escritorio”. El clásico ocultamiento de los medios hegemónicos ha contribuido a esta violencia institucional donde incluso la Comisión Interamericana de Derechos Humanos expuso su mirada negativa al respecto.

 

-La resistencia inició en el Penal de Devoto, pero fueron miles los que se sumaron al reclamo…

-Sí, la chispa se encendió en Devoto, pero la realidad es que tanto la ejecución como las condiciones de detención de los distintos penales de nuestro país fueron el combustible para que esto estallara en los distintos pabellones. El resto de la población carcelaria se hizo eco de esa situación y acá casi todos están en lucha. Después se expandió a algunos muchachos de Ezeiza, las chicas de la Unidad 4 también de Ezeiza y la problemática se está difundiendo en el Servicio Penitenciario Bonaerense.

 

-El miércoles pasado se movilizaron frente al Congreso para repudiar la reforma. ¿Cómo se organizaron?

-La movilización fue convocada por nosotros, pero quienes realmente apoyaron fueron nuestros familiares y muchas de las organizaciones políticas y sociales que concurren a nuestro Centro Universitario. Por otro lado, los amigos de los presos también nos ayudaron con micros para transportarlos. El resto sólo fueron sábanas pintadas.

 

 

La firmeza de la causa de nuestros compañeros no se achica porque el objetivo de ellos es que “se plantee una mesa en la cual se tome en cuenta la visión de los presos. Porque el modo en el que se lleva a cabo actualmente solo convierte el lugar en una fábrica de reincidencia”. El presidente del CUD expresó que “el certificado de reincidencia limita las posibilidades de acceder  al trabajo formal. Por ende la reforma planteada desalienta, a quienes cometieron un error, a que busquen un cambio de vida”.

 

Vigilar y castigar siguen siendo las banderas flameantes de estos cubículos de violación a los Derechos Humanos. Pero ahora no se callan nada y son los presos quienes con su reclamo castigaron a los ojos sordos de los medios de comunicación. Son estas personas las que con su protesta soplaron un viento de justicia, en medio del verano. Reclamar es castigar a quienes nos vigilan y manipulan con los bolsillos llenos de prejuicios y a los que aun siendo parte de la misma sociedad tienen la nariz tapada para ignorar la realidad.

 

-Para finalizar, ¿cómo se vivió el reclamo adentro?

-La huelga duró tres días. Algunos con huelga de hambre pero la mayoría golpeábamos muebles con palos de escoba, ventanas, cacerolas, y todo lo que esté a nuestro alcance. Quienes trabajamos no asistimos a nuestras tareas como protesta. Pintamos banderas, que son las sabanas, y las colgamos para que se vean desde la calle. A veces venía el personal de requisa con violencia a retirarlas. Pero aunque parezca mentira, nuestra mayor herramienta es la educación.