23 diciembre, 2016
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No mataron a nadie

* Por NN.

Hay un muchacho que no tiene nombre, no tiene prensa y no tendrá Navidad. Pero guarda, tiene una bala, una bala escondida, una bala policial, una bala fija, metida entre ceja y ceja. No sabía, pobrecito, no sabía que no debía caminar sin casco por San Cristóbal, un miércoles a la tarde, siendo un NN tan joven, un NN tan humilde, un NN tan vivo. Se mandó inocentemente a contramano de la impunidad, por la calle Jujuy, hasta llegar a Carlos Calvo. Y ahí, bueno, las consecuencias lógicas de toda imprudencia, sufrió un desgraciado fusilamiento. Todavía no murió. Todavía no sobrevivió. Y todavía nadie se acercó al Ramos Mejía, para saber a quién le pasó lo que le pasó. Apenas lo cuida la verdad, esa madre que viene adoptando un NN cada 25 horas, mientras va pariendo hijos muertos, sin respetar el silencio de los silenciados, para que ninguna guerra pueda descansar en paz. Y para que algún día, todos esos NN lleguen a ser alguien, renaciendo de sus propias cenizas, como Luciano Arruga o como este pibito que ni llegó a noticia, un NN que tal vez se haya negado a robar para un destacamento policial, o haya querido robarse un nombre, o haya salido a comprar un pan dulce. Como vos. Varios testigos, todos, oyeron un disparo. Un tremendo tiroteo, de un solo disparo. La Policía, sí, elevando otro NN al salón de la fama, contra su voluntad, claro, para matarle la humildad, porque los NN siempre son tipos de perfil bajo, que nunca van a la televisión, ni figuran en las listas de los colegios. Suelen esperar una lápida como primer documento. Y recién ahí, se presentan con su nombre completo: Ene Ene. Qué orgullo, ¿no? Qué orgullo para quienes pudieron conocerlos, unos pares de nadies, ningunos pocos, varios ceros a la izquierda del margen izquierdo, donde termina su papel, su legajo, su vida.

Mientras su identidad siga perdida, no sabremos tampoco el nombre del que viene.

Nosotros y Nosotras, también, somos NN.