12 diciembre, 2016
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Una pesadilla en manos de la Bonaerense

* Por Claudia Acuña,
Cooperativa Lavaca.

 

La generosidad de La Garganta Poderosa me permite poner en contexto lo que quiero expresar. Como si me sentara al lado de los familiares de cada uno de los tantos jóvenes que sufren la violencia policial para así, abrazada por ellos, pudiera ponerle palabras a lo que significa que un integrante de lavaca haya vivido una pesadilla en manos de la Bonaerense y que se atreviera a denunciarlo públicamente. Fue en Mar del Plata, estaba cubriendo el Festival de Cine Internacional, tenía su acreditación colgada al cuello. Una patrulla comenzó a patotear al grupo con el que estaba: un director brasileño, dos colombianos, una guionista argentina y él. Decidió registrar ese atropello con una foto y ese click lo convirtió en víctima de una serie de abusos que duraron más de 5 horas. Lo esposaron, lo amenazaron, fue testigo de los golpes y patadas que recibían otros detenidos y fue liberado cuando los policías consideraron que había recibido una lección. La del miedo.

 

 

Escribió esta historia de terror y contó inmediatamente con el apoyo de miles de personas que la difundieron. Fue esa cadena espontánea de solidaridades la que motivó una investigación que hoy está en curso. También que muchos medios y colegas quisieran hablar con él para seguir difundiendo este abuso, que sufrió él, pero que todos los días, en todos lados, soportan cientos y cientos. Lo reconoció el fiscal marplatense Guillermo Nicora, que ese día de terror fue llamado telefónicamente por la patota de la Bonaerense para informarlo de que les habían tomado una foto. Querían que fuera procesado por coacción agravada, un delito penal que contempla de 2 a 10 años de prisión. El fiscal se negó, pero la Bonaerense tiene otra arma para disparar su impunidad: el Código Contravencional. Le armó una causa, le imputó dos infracciones que contemplan hasta 40 días de arresto y listo. Hoy esa causa sigue su trámite en el juzgado correccional N° 5 del doctor Leonardo Celci.

 

“Todos los días que estoy de turno tengo una denuncia como esta”, admite el fiscal Nicora al referirse al abuso policial. Desde que publicamos la denuncia, a lavaca nos llegaron cientas. Con foto, con DNI, con relatos de horrores padecidos en los mismos escenarios. Muchas están firmadas por madres que se preguntan qué pasará ahora que sus hijos hicieron públicas las denuncias.

 

Y pasa lo de siempre: las víctimas ya hablaron.
Los victimarios, no.

 

No estoy señalando a tal o cual uniformado que sale a la calle sin bozal y el puño crispado porque así se lo permite la institución que lo suelta. Estoy hablando de los responsables de un sistema que alienta y protege esas brutalidades. En el caso de la Bonaerense, concretamente, estoy hablando de un Código Contravencional que está vigente desde 1973 y autoriza a esa policía brutal a hacer cualquier procedimiento sin ningún tipo de control: no necesita fiscal ni juez para hacer un acta. Y ese acta es prueba suficiente. Es decir: lo que diga ahí la Policía no necesita avalarlo con ningún tipo de prueba. Repito: desde 1973.

 

Invitaría a periodistas y medios a que entrevisten al ministro de Seguridad bonaerense y al jefe policial de esa provincia, para que respondan por qué este hecho no es aislado, pero también por qué este hecho es una política de Estado.

 

Invitaría a periodistas y medios a que entrevisten al bestial intendente de Mar del Plata para que responda por qué en una ciudad turística, hasta un Festival Internacional es escenario de los padecimientos que soportan cotidianamente los marplatenses.

 

Invitaría a periodistas y medios a que entrevisten a jueces y fiscales para que pongan este hecho en el contexto y también para que expliquen que están haciendo para que Nunca Más suceda.

 

Invitaría a periodistas y medios a que interroguen a legisladores bonaerenses para que respondan por qué un Código Contravencional anticonstitucional está aún vigente.

 

En síntesis: Invitaría a periodistas y medios a que hagan periodismo.

 

Sólo así, además de proteger a las víctimas, protegerán a su oficio y a algo más importante: a eso que ya cumplió 33 años y que todavía para muchas, muchas, demasiadas personas, no crece, no llega, no alcanza.