8 enero, 2017
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La fuerza del Gauchito

* Por Gustavo Bou, jugador de Racing.

 

«Mi mamá era devota del Gauchito, desde siempre. Vivía rezándole y poniéndole velas, cuando yo todavía no era devoto, algo que recién pude comprender cuando la vida me llevó a necesitarlo. 

 

 

Un día me tocó cuidarla en el hospital, cuando ya estaba bastante mal. Nos quedamos los dos solos y, de repente, se despertó. Me pidió que la siguiera, que no bajara los brazos, que me iba a seguir iluminando desde allá, donde estuviera. Y sí, lógicamente quedé shockeado. Estaba solo y me pegó fuerte.

 

Al poco tiempo, murió. Yo dejé la pensión y volví a mi casa, porque ya no tenía ganas de seguir jugando al fútbol, pero dos semanas después, amanecí llorando, justo cuando llegaba mi papá en bicicleta, bajo los rayos del sol. Le dije que la extrañaba, que no tenía más fuerzas para nada, que no podía más. Y acercándose, me respondió que le pasaba lo mismo, pero que se mantenía de pie, por mis hermanos y por mí…

 

Ahí nomás, decidí volver a la pensión de River, por él y por ella, que me había empujado a seguir adelante. Mi papá se largó a llorar en ese mismo momento, de alegría. Y si bien nunca pude superar su muerte, mi mamá me dio las fuerzas para cumplir el sueño de llegar a Primera, sin rendirme jamás. Poco a poco, entonces, pude conocer más y mejor a su Gauchito y hasta un día viajé a visitarlo, cuando Racing salió campeón.

 

Durante años, me entrenaba un par de horas contento y después me pasaba el día llorando, triste, angustiado, deprimido. Pero sus palabras me acompañaron en cada uno de todos esos momentos y, por eso, justo ahí, en la pierna derecha, no sólo llevo su fuerza, sino también su gauchito, nuestro gauchito, el Gauchito Gil».

 

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