Redoblando el compromiso de las barriadas y agitando la memoria de las tribus esclavizadas, entonaban bromas sobre los silencios que decretaba la dictadura como ahora se burlan de la represión de goma con las caras llenas de pintura. Coloridos custodios de una llamita de utopía, nuestras murguitas del sur cometen la bella insensatez de atacar al odio con alegría, deslumbrando con sus tambores y aturdiendo con sus colores a los represores de cachiporra: los uniformes siempre serán más lindos que los de la gorra.















