3 marzo, 2017
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Barrios no urbanizados en Junín: La realidad que muchos tapan

 

Junín es una de las ciudades del noroeste de la Provincia de Buenos Aires afectadas por el déficit habitacional y los barrios no urbanizados. La asamblea Poderosa de Lincoln se contactó en la localidad de Morse de esta ciudad, con la  agrupación social Grupo Solidario Don Ito, quienes desarrollan un arduo trabajo en el tema.

 

En la ciudad hay entre dieciocho y veinte barrios informales y al menos uno o dos, han ingresado a tal condición durante los últimos meses. Hay alrededor de mil setecientas familias que viven en estos asentamientos, de los cuales aproximadamente entre doscientos cincuenta y trescientos viven en una construcción de chapa. Los vecinos no cuentan con los servicios básicos y no poseen la regularización del dominio de las tierras. Tampoco poseen pavimentación y el recolector de basura no suele pasar por sus calles.

 

Pablo Rodríguez voluntario de la organización Don Ito nos contó: 

 

“Decidimos volver de manera mensual o a veces bimestral a estos barrios y ver en qué podíamos darles una mano. Y así fueron surgiendo distintos caminos de intervención. Por ejemplo: en el cuadrante norte del Barrio Norte, conocido como Los Perejiles, luego de una inundación sufrida el 1° de abril del 2016, logramos que se organicen e iniciamos un proyecto de reubicación barrial, el cual presentamos ante el Consejo Deliberante de la localidad. Fue aprobado pero no ha ocurrido nada hasta el momento. Dicho petitorio, elaborado y firmado por los vecinos, exigía la reubicación a un lugar más propicio para el desarrollo de la vida. Donde están actualmente son víctimas de frecuentes inundaciones y sufren hace más de treinta años el problema habitacional y de urbanización. Todos son oriundos de este barrio y siempre padecieron la marginalidad de los políticos que nunca ofrecieron una solución de raíz al grave problema que afrontan.

 

A metros del lugar tenemos otro asentamiento, con alrededor de nueve casas de chapas muy precarias; donde el agua que consumen se las da un vecino a través de una manguera y todos están colgados de la luz. Y hace un tiempo se mudaron nuevas familias, aumentando el número de viviendas precarias y engrosando la población. Aquí logramos armar una mesa de Autogestión Vecinal en la cual ellos son los que impulsan sus proyectos y esperan ser escuchados para poder tener una vida digna.

 

En el Barrio San Antonio hay personas que viven dentro de un monte, allí las condiciones de vida son desgarradoras debido a que no hay nadie que les alcance, siquiera, una manguera para el agua.

 

Y en Las Marías, afrontan un grave problema, ya que cuarenta familias tienen una orden de desalojo judicial. A estos  problemas de viviendas, de servicios y de título de la propiedad, hay que sumarle el flagelo de las lluvias, que si son abundantes, muchos hogares se inundan perdiendo lo poco que tienen. Obviamente esto trae aparejado enfermedades en los más pequeños, que con frecuencia sufren ataques de asma y diversas enfermedades en la piel. Al estar excluidos de la ciudad, tampoco cuentan con el servicio de recolección de basura, por lo tanto la queman y esto genera un grave foco de infección. Además de la contaminación de las napas, al utilizar pozos de baño el agua del lugar se torna nociva para la salud. Incluso tienen vulnerados sus derechos básicos como el derecho a la identidad, ya que no poseen DNI, por lo tanto, tampoco acceden a programas sociales.

 

Si hoy alguien me pregunta que se puede hacer, yo contestaría que mucho y esto es porque ellos tienen ganas de salir de estas condiciones inhumanas, cada vez que camino los barrios, que comparto mates y charlas, los veo con garra. Para mí es muy fuerte saber que a pesar de que todo este sistema los margina, ellos siguen dándole batalla para que, quizás, las nuevas generaciones puedan disfrutar de un barrio más digno, de un barrio perteneciente a la ciudad, de un barrio urbanizado. Donde los niños no tengan que mojarse los pies cuando llueve y se bajan de sus camitas, donde no vean llorar a su mamá una y mil veces porque el agua les arruinó lo poco que tienen, donde no pueden acudir a la escuela porque el barro no les permite salir de sus viviendas, donde el rencor que genera sentirse excluidos y muchas veces discriminado, sólo sea una anécdota. Hoy como voluntario de Don Ito, como vecino, pero sobre todo como humano, pido y pedimos una solución, que se los escuche, que se los dignifique y se los incluya. Basta de mirar para otro lado, basta de fotografiarse y acercarse sólo en campañas, basta de hacerlos invisibles. Hoy nos hacemos escuchar porque todos somos uno y porque nuestras GARGANTAS SON PODEROSAS”