7 mayo, 2017
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El mundo es un pañuelo

Guarda, eh, guarda que no siempre fragmentan los otros. A veces, los dividendos somos nosotros, enceguecidos en el afán de cuestionar todas las miradas que no pudimos o no supimos articular. Y sí, por supuesto nos hubiera encantado anunciar una sola marcha, un infinito monstruo de 30 mil gargantas gritando por las calles, mientras confluye la voluntad en la yugular más inflamada de la memoria, en la presión arterial de la ciudad, en el cuello erguido de la Plaza, en las manos desuñadas que nos arrancan las diferencias de las entrañas, en las tripas revueltas de la historia que nos obliga a vomitar matices, en las garras huesudas de los errores que nos meten la unidad en la boca, en las voces despellejadas que nos interpelan hasta el fondo del ego, en la sangría de las energías secuestradas por el sectarismo, en la implosión de la necedad que pontifica desde la solemnidad, en las correntadas de la conciencia que nos empuja del atril, en los mares de fueguitos encendidos con papel prensa, en las hemorragias del Derecho más siniestro, en este absurdo partido de nosotros contra lo nuestro. ¡Unamos! Y si no logramos ser uno, al menos seamos un lazo que nos permita estirar la caravana al cien por cien…

 

El miércoles marchamos contra el 2×1.
Y el jueves, por si acaso, también.