amigo de Santiago Maldonado,
testigo desprotegido por Patricia Bullrich.
Como buenos artesanos, forjamos nuestra amistad en poco tiempo, poniendo el cuerpo, entrelazando vínculos sinceros y compartiendo la resistencia en la comunidad Pu Lof. Justamente por eso, el último 10 de enero estuve detenido en el penal 14 de Esquel, después de sufrir otra represión violenta y brutal de Gendarmería. Siempre nos unió esa voluntad de vivir junto al pueblo, con los ingredientes que cada uno tuviera para sumar. A fuerza de sonrisa, día y noche, porque Santi es un pibe alegre, un apasionado de los tatuajes, que se la pasaba cantando y contagiando buena onda. Nunca le detecté una maldad, porque el tipo exuda sus ganas de improvisar en la vida, invirtiendo su lado mejor. Y si tenías un día interminable, te lo revertía en dos minutos, con un abrazo, un rap, una canción divertida, alguna ocurrencia…
La entrañable alegría,
de su querida presencia.
Cuando avisaron que Gendarmería iba a reprimir, este 1 de agosto, había mujeres y niños, pero pocos hombres. Y por eso fue, sí, por eso, porque el Brujo tiene un corazón gigante. Yo ya estaba al tanto de la represión y sabía que había un detenido, pero no tenía certeza de quién había sido. Recién al día siguiente, me llegó la foto y entonces lo vi. De una, lo primero que hice fue llamar a su celular, acción que me ubicó en este lugar que me ubican ahora, «un testigo clave». ¿Por qué? Porque me atendieron durante 22 segundos, sí, me atendieron y yo estaba ahí, helado, escuchando.
Había alguien del otro lado, respirando.
Hoy siento mucha impotencia, demasiada bronca, porque siempre creí que las Fuerzas eran capaces de todo. Y con esa llamada, con ese silencio, me lo confirmaron. Pude escuchar unos pasos fuertes, que sonaban en el eco de una habitación casi vacía, como si fueran botas, ésas que hacen ruido suficiente como para asustarte. Pero saben qué, ¡no asustan! Ni siquiera la ministra de Seguridad ha conseguido asustarnos, ni lanzando mi nombre completo en el Senado, ni omitiendo mi condición de testigo resguardado. Ahora más que nunca, necesito gritar y salgo a poner la cara, para decirles que sí, que yo soy ese testigo, que yo hice ese llamado, que yo escuché esos pasos y que el juez Otranto se comprometió a resguardar mi identidad, pero nunca más apareció…
Santiago tampoco.
¿Y mientras tanto? Ustedes preguntan por ahí, yo contesto por allá y la verdad va llegando hasta otros. ¿Quién nos protege? Nosotros, así, apoyándonos, preguntándonos, buscándonos, haciendo el trabajo que los funcionarios del Estado no quieren hacer. Hay que cuidarnos, un montón. Y sobre todo de la mala información: Maldonado no es ningún terrorista y no, tampoco es mapuche, pero sabe muy bien de qué lado está parado, porque conoce su cultura y la respeta. Ahora más que nunca, el pueblo mapuche debe seguir peleando. Y los demás, acompañando como suele acompañar Santiago, desde abajo, resistiendo con aquellos que toda la vida resistieron…
No voy a parar,
hasta saber qué carajo le hicieron.