Qué mejor, ojalá no existiera ningún comedor, ningún merendero comunitario, ojalá no fuera necesario multiplicar los esfuerzos, ni tercerizar los almuerzos. Sería hermoso, nutrirnos de publicidad, pero existe un calabozo que se llama realidad, en la puerta del teatro, en los corredores, en la ranchada de su tan mentada posverdad: tenemos 9 comedores y no recibimos nada de la Ciudad. Pero ojito con el grito, ¡está prohibido levantar la voz! Se niegan a bajar un paquete de arroz, mientras ofrecen sus huesos de pollo en promoción, porque nos quieren mendigando en Desarrollo de Nación, mientras te venden esperanza y alegría… A ver si entienden, ¡no alcanza la mercadería! Falta tanto, pero tanto, pero tanto, que ni siquiera podemos decir cuánto, porque mandan alimento según les conviene y siempre hay un cuento para lo que no viene. Si envían menos harina o baja una ración más mezquina de sal, no habrá lugar en el noticiero central, ni afectará las devoluciones del jurado: nos acaban de sacar hasta los medallones de pescado. Y sí, prefieren discutir los modos de los villeros que debatir problemáticas reales, cuando todos los comederos triplicaron sus comensales… Hambre de yuta y sed de represión, entre los eructos grotescos de la prensa amarilla.
Sobra fruta para televisión y faltan frescos para la villa. Pero no vamos a permitir que nos vuelvan a llenar la panza con desesperanza, ni que revuelvan otro trago del pasado: larguen toda la comida y devuelvan a Santiago Maldonado.
COMEDOR ‘GUSTAVO CORTIÑAS’.
de la Villa 31, Retiro.
“Hace 7 años que vivo en el barrio y, en el último tiempo, la situación empeoró mucho. Por eso, desde nuestra asamblea, arrancamos hace un año con otro merendero y un comedor, puesto que un montón de familias precisaban garantizarse los alimentos. Al principio, comenzamos repartiendo 50 raciones, pero en menos de dos meses se duplicaron los comensales diarios. Poco a poco, fuimos advirtiendo el agravamiento de la situación, porque ya no alcanzaban los pocos recursos que recibíamos y entonces debimos improvisar, para no tener que cerrar. ¿Cómo? Ayudándonos, entre todas las vecinas: Mery vende ropa para pagar las garrafas; Elsa negoció unos trueques con la panadería y la carnicería del barrio; y todas traemos verduras de nuestras casas, para agregar a los guisos. Como sea, seguimos laburando aunque no suelten un centavo desde Desarrollo Social. Sólo así, se pudo crear y sostener este espacio de lunes a viernes, con almuerzo, merienda y cena, a espaldas del Gobierno porteño, que insólitamente sigue sin reconocernos de manera oficial”.
Victoria Rodríguez,
asambleísta.
MERENDERO ‘MISKI MATE KAMBY’,
de Rodrigo Bueno, Costanera Sur.
“Nuestro merendero no surgió para darnos el gusto, surgió para combatir el hambre que sufrimos en el barrio. Y esa pesadilla transformada en sueño pudo abrir sus puertas, hace más de un año, sólo gracias a la organización popular y al sacrificio cotidiano de todas las vecinas que consideramos indispensable la existencia de un lugar que pueda brindar una nutrición saludable, pero también contención y asesoramiento en materia de salud. De nuestra asamblea, nació su nombre, porque ‘rico’, en quechua, se dice ‘Miski’. Y ‘leche’, en guaraní, se dice ‘kamby’. Pues nuestro «Rico mate con leche» funciona así, de manera autogestiva, para poder solventar la compra de mercadería con la venta cooperativa de La Garganta, además de los bingos, los roperitos, las rifas, las donaciones y el trabajo voluntario. Tanto los lunes, como los miércoles y los viernes, 6 madres cocinamos para 400 chicos que vienen con alegría a retirar su taza de leche, con tortas fritas. Y entonces sí, existimos, pero el Ministerio de Desarrollo porteño no lo quiere reconocer”.
Flor de María Ochoa,
asambleísta.
COMEDOR ‘EVITA’,
de Zavaleta, Pompeya.
“Tengo 58 años y vivo desde los 13 acá, en Zavaleta, donde le dediqué mi vida al trabajo comunitario, especialmente durante las dos últimas décadas, desde la dinámica cotidiana de nuestro comedor. Por entonces, empezamos apenas con un anafe. Y un montón de ganas. Hoy somos 16 personas luchando a diario contra cualquier dificultad, desde las ocho de la mañana, con lluvia o con sol. Más de 300 personas almuerzan junto a nosotros y, al rato, ya estamos preparando la merienda. Recibimos algo de mercadería, que ayuda, pero no alcanza ni de casualidad para toda la gente que viene. Aun así, nos las ingeniamos para que nadie se vaya con las manos vacías, buscando siempre una opción. Muchas veces hemos puesto plata de nuestros bolsillos, para poder armar algún menú alternativo, en particular los últimos meses, ya que la situación ha ido empeorando. Hay familias muy numerosas que están sobreviviendo como pueden. Incluso, la mía… Mi marido se quedó sin trabajo y la venimos peleando como podemos. Es más, no voy a mentir, a veces me siento cansada de tanto trabajar, o de hacer malabares para que nadie se quede sin comer, pero ni ese desgaste pudo detenernos, porque amamos profundamente a nuestro barrio. Y sí, por Zavaleta, voy a pelear hasta el último día de mi vida”.
Neli Vargas,
asambleísta.
MERENDERO ‘LOS PODEROSITOS’,
de la Villa 1-11-14, Bajo Flores.
“Después de 14 años, pude concretar un objetivo que jamás debió serlo: tener un espacio capaz de cubrir las meriendas que muchísimos niños y niñas no pueden disfrutar en sus hogares. Durante mucho tiempo pensé cómo sería posible, cómo podría articularlo, pero siempre la idea se frustraba. Y sin embargo, gracias al empuje incansable de tanta fuerza popular, un día llegó ese día. Y ha sido un triunfo, cada día. Hoy, servimos la leche tres veces por semana a más de 200 chicos y tenemos una lista de espera que supera los 80, porque ya no queda espacio para que puedan sentarse. Pero seguimos, seguimos y seguimos, con el aliento de todos esos ‘Poderositos’, que no sólo son nuestros hijos, nuestros sueños, nuestras prioridades, a cada momento. También son el motor que mantiene vivo a este movimiento».
Segundina Martínez,
asambleísta.
MERENDERO ‘PADRE CARLOS BUSTOS’,
de Barrio Fátima, Villa Soldati.
«Después de varias reuniones para organizarnos, inauguramos nuestro merendero, en honor a un cura villero detenido y desaparecido en la última dictadura, que trabajó muchísimo para que este barrio saliera adelante. Hoy, lo mantenemos con donaciones, pero a veces no alcanza la mercadería para toda la gente que se suma permanentemente. Solemos hacer arroz con leche, mate cocido, chocolatada y, cuando conseguimos harina, algunas rosquitas o torta fritas. Pero cuando lo recaudado no alcanza, también hacemos bingos, rifas o salimos a la feria para vender ropa. Confiamos en la autogestión, porque no queda otra, ante la ausencia del Estado y la falta de apoyo externo. No por nada, muchas veces son los propios vecinos quienes alcanzan algo de sus casas, para que podamos seguir subsistiendo. Pues el gobierno se niega todavía a reconocernos como un merendero oficial. Pero sí, claro que existimos, a espaldas de sus instituciones: ayer cocinamos más de 300 raciones».
Susana Villarubio,
asambleísta.