*Por Víctor Almirón, comunicador de la poderosa asamblea de Altos de San Lorenzo, La Plata.
Mientras camino por nuestra villa inundada por la lluvia de un fin de semana, me encuentro con la necesidad de abrir mi garganta para contar lo que pasa. Ya que nadie del Estado viene por acá y solo nosotros sabemos lo que es vivir resbalando en el barro, me atrevo a reclamar por veredas y un poco de asfalto. Sigo caminando mi barrio y me duele: llueva o truene, nuestros pibes hacen fila esperando en «Todos por una sonrisa», el comedor de la esquina.
Me resbalo y casi caigo pero tengo a mis compañeros que siempre dan una mano.
Camino unas cuadras saltando los charcos, sintiendo la humedad fría en mi cuerpo blando. Las zapatillas rotas hacen sentir mis medias mojadas, tengo la cara y mis manos congeladas. Pero tengo que salir porque con cada viento fuerte, una chapa se vuela y una familia, pierde. Y esta vez no fue solo una familia, ¡la escuela del barrio esta con las clases suspendidas! La tormenta voló el techo que entre vecinos habíamos hecho. Porque a nadie le importa si nuestros pibes van a estudiar o si pueden salir de las casas. A nadie le importa si hay alumbrado público o cloacas. El Estado apenas apareció aquel 2 de abril de 2013, como si la inundación hubiera sido provocado por un temporal. Nos inundamos cada día aunque gotee por faltas de políticas habitacionales para nuestros barrios!
Al poder político le pedimos urbanización porque las marcas que dejó la inundación no las borramos más de nuestras mentes, ¡mucho menos si la revivimos cada vez que llueve! Dejen de inundarnos también con sus mentiras porque ya tenemos claro que esa no es la salida. Acá se hacen los indiferentes, nos usan para campaña y le mienten a la gente. Y por ultimo les digo, en este primer descargo, no se queden tranquilos, porque acá sabemos levantarnos.