24 octubre, 2017
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Cambiemos, para otro lado

 
 
De vencedores, perdedores y televisores, suelen esperarse definiciones mejores que un llamado a la unidad en el espanto. De los negros y las villeras, no tanto. Nos toca respetar el turno de quienes tomaron la palabra antes, unos cinco siglos antes, cebando un mate y esperando un debate sobre la falta de ambulancias para heridos de facas. O uno a la altura de nuestras circunstancias, sobre cloacas. ¿Nada que aportar, pasadas las elecciones? Por supuesto, «quien mandó los bolsones». Abajo del pedestal, no vamos a pontificar sobre ninguna estrategia electoral, ni a gritar un rato impunes, porque no juntamos la caca del gato con el diario del lunes, mientras tantos luchadores de movimientos mejores caen acalambrados de militar, vaciados de todo lo que pudieron dar. No sólo contemplamos los deberes que demanda semejante exposición, admiramos a los hombres y mujeres que defienden su convicción. Jamás juzgaríamos ese orgullo, sería humo, sería chamuyo.

Si remaron codo a codo en este mar de falacias,
antes de interpelar, acá les decimos gracias.

Nuestras asambleas recorren el camino marginal de los subterráneos, refugiadas del ritmo liberal que nos resetea cada dos años, cuando destroza con prebendas cualquier construcción incipiente o cuando arrastra nuestras agendas por esa zigzagueante corriente, trayendo «lo importante», llevándose lo urgente. Nunca desunidos, aunque por afuera de los partidos, intentamos avanzar hacia un mismo lugar con peronistas, comunistas, socialistas, progresistas o humanistas del campo popular: no se nos ocurre otra manera de llegar. Ahora, ¿cómo hacemos para encontrarnos? Tal vez debamos preguntarnos cómo hicieron para desencontrarnos. Pues no sólo los respetamos, los valoramos y los necesitamos. Mil veces nos han reclamado hipotecar esa legitimidad que hallamos en la heterogeneidad, como si fuera una opción negar nuestra realidad. A muchas gargantas, ¡nos encantaría vivir en barrios marxistas-leninistas! Y a muchas otras, ¡nos encantaría dormir en barrios íntegramente rodolfistas!

Pero nosotros no vivimos en urnas, ni en sobres.
Vivimos en barrios pobres.

Cállense, ¡ahí ganó el macrismo! Hablamos de lo mismo. Y para comprenderlo, tal vez convenga releerlo valorizando al voto, ¡siempre! O por lo menos desvalorizando al voto, ¡siempre! Descartando que hoy sean zombies tiranos quienes hasta ayer eran soberanos, por ahí nos topamos con los errores. Y si acallamos a sus traductores, quizá podamos escuchar más de una explicación, como aquella inversión a la baja de retirar los Argentina Trabaja, «para soltarle la mano al Gobierno de la Ciudad», cuando esa mano asistía al que tenía necesidad. Así, en plena tala de empleos, los CEO’s más chotos de la pobreza pudieron sembrar sus votos desde una mesa que montaron para ganar los barrios que nunca pisaron, porque ahí no está la guita o porque les daba cosita, da igual. Al capital con arrogancia, le sumaron la Capital sin militancia, habilitando «cuadrillas de limpieza» como si fuera una proeza, haciendo un auspicio de su propia contradicción y flexibilizando un servicio que nos negaban en su tercera gestión… Atrás de los diarios, a la reversa del ultrajo, se hicieron primera fuerza con 21 puestos de trabajo, pero si lo contás en televisión, ¡le hacés el juego a la corporación! Y si lo contás para cortar el suplicio, ¡callate, que ahí ganó Mauricio! Al carajo.

Siempre, siempre, siempre,
hay que escuchar a los de abajo.

Una y mil observaciones nos podrían llevar a reflexiones mejores que cualquier otro enojo o que seguir buscando la paja en el rojo ajeno, en vez de clavarle un freno a esta derecha vestida de civil que cada día intenta vernos retroceder, ante unos 30 mil que se niegan a desaparecer. Nunca Más, Escuchar Más, Sentir Más, Luchar Más, Escribir Más, para poder levantar el dedo ante cualquiera que imponga el miedo, sin hacer equilibrio sobre lo políticamente correcto, porque claramente no existe un camino tan recto. ¡Hasta la Emergencia Social nos obligó a defender nuestra identidad! No vendíamos paciencia, ni decíamos «qué gobierno genial», ¡era una emergencia! Social. Y salimos a la calle esa vez, como todas las que vinieron después, sin detenernos en las chicanas boludas, porque así será siempre, no tengan dudas. Pero hoy necesitamos de nosotras y nosotros, para poder llegar a otras y otros que se comieron el cotillón o la careta, pero no saben que volvieron los parásitos y la desnutrición a Zavaleta. Allá debemos llegar con el ruido de cada panza, para gritar que un 47% de nuestros niños no alcanza los valores mínimos de nutrición, mientras nos proponen una puntuación como medida, según el desarrollo cognitivo adquirido, quienes nunca jamás en la vida probaron un mate cocido. Sólo así, habremos vencido las implicancias lógicas de un modelo que ya no necesita un dictador, porque le sobra con el televisor…

Ni Julio Argentino, ni espejitos a cambio de oro,
¡les bastan los consejitos de Fantino y Del Moro!

No hay sapos, insectos, ni mariposas en libertad, cuando los agroquímicos arrasan con la diversidad, pero nada tan deprimente como el monocultivo de la mente, en todos los lugares, pero particularmente en los campos populares. Puteando a los alienados por un sistema de concentración que aliena a la humanidad, nos ganamos un problema y nos perdemos una oportunidad sin parangón, para reconocer nuestra propia alienación. Porque no, «calentarse con los votantes no suma ni un poco», pero hacernos los tolerantes tampoco: no diezma la convicción, prestar un poco de atención. Y porque sí, ¡falta unidad! Pero aquí, en la realidad, donde seguimos peleando entre parecidos por una porción de pizza, mientras un par de bandidos se nos cagan de risa. ¡Basta! Necesitamos gritarlo a viva voz, hasta que nos escuche el Dios de las redes, ese que constituyen todos ustedes, pero se vuelve verdad en la calle, para que toda la desigualdad se explaye sobre tanta desgracia y tanta basura, durante la democracia o la dictadura. Hay que darle luz al silencio para poder detenerlo, bajo esa oscuridad que todavía lo esconde. Y sólo podemos hacerlo, haciendo lo que no corresponde.

La nafta inaccesible, sin auto, pega igual,
¡pero cómo bajó de precio El combustible espiritual!

Hemos denunciado las manos duras de Berni, Milani y Granados, con el mismo énfasis que nos vieron plantados por una nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual o por la indispensable Asignación Universal. Pero cuando los buenos están amarrados y los malos andan sin bozal, la cosa siempre termina mal. Y sí, hace dos años gritamos lo mismo, ¡detengamos al macrismo! Porque a todos nos duele que bailen a espaldas del Río Chubut, mientras nos dicen que «no debemos aflojar», cuando todas sus ideas empiezan por ajustar. Que «los argentinos somos imparables», cuando quieren a las villas de rodillas. Que «comenzamos a transformar el país», cuando niegan nuestra raíz. Que «vamos a dialogar sin arrogancia», cuando sobrevivimos sin ambulancia. Que «gastamos demasiado tiempo en la confrontación», cuando nos torturan a espaldas de la televisión. Que «somos una generación cambiando la historia», cuando siguen licuando la memoria. Que «con ilusiones, sí, se puede», cuando hace tres gestiones que «no se puede». Pensamos el mañana y nos duele, el almuerzo de mañana nos duele. Pero si no caímos ante el fuego o el Terrorismo de Estado, ¿cómo caer al agua del periodismo ahogado? La villa seguirá siendo combativa, sin esa doble vara del poder que tanto nos ha golpeado…

Y cuando nos miren desde arriba,
van a ver la cara de Santiago Maldonado.