Ojo, solemnidad, que la impunidad también se quiebra: hoy, marchando por Ginebra, al cuidado del policía bien camuflado que nos perseguía entre pancartas de Santiago Maldonado, supimos que para poder manifestar «ciertas posiciones» en la Plaza de las Naciones, entre los países del Primer Mundo Mundial, frente a las narices de la ONU y su sede principal, «hay que llenar un formulario pidiendo autorización», con al menos un mes de anticipación… De lo contrario, «no se permite ninguna aglomeración». Silenciando nuestro grito y levantando un dedito con pura mugre adentro de la uña, para que no se chorreara la sangre de Cataluña, intentaron aplastar «cierta realidad» bajo la suela, ¡pero qué barbaridad, Venezuela! Nos dejaron un fuerte sabor a hipocresía. Y nosotros, con amor, les dejamos una calcomanía.