6 noviembre, 2017
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El compañero Tosco, mi papá

 

* Por Héctor Tosco.

 

Cuando falleció mi viejo yo tenía 11 años. Él había estado dos en la clandestinidad, porque lo perseguían al igual que a muchos de sus compañeros, por dedicarle su existencia a la construcción de un mundo más justo. Recuerdo cuando me enteré que estaba muy enfermo y cómo me llené de tristeza, hasta que me avisaron que se había muerto…

 

Ayer se cumplieron 42 años desde ese día, y nuestra Córdoba sigue tan contradictoria como siempre: aquí se inició la mal llamada Revolución Libertadora de Eduardo Lonardi, ese terrible golpe de Estado. Pero también aquí, se gestó el Cordobazo. Y hoy nos hallamos en medio de una etapa conservadora, en línea con un gobierno nacional que pretende una ofensiva sobre las grandes mayorías.

 

Se trata de un plan sistemático que cuenta con herramientas tecnológicas y profesionales del marketing político que miden la opinión de la gente en las redes sociales. Así, el presidente o sus voceros emiten mensajes y generan noticias que encajan con eso que las grandes mayorías quieren escuchar. Hasta ahora han logrado implantar su modelo, que tiene como objetivos los mismos que tuvieron todas las dictaduras en Latinoamérica, como así también los gobiernos actuales de Brasil y Paraguay: bajar salarios y quitar conquistas laborales para satisfacer los intereses de sus promotores extranjeros, entregando nuestro patrimonio.

 

El compañero Tosco, como llamo a mi viejo, lo sabía, porque sucedía igual cuando él estaba al frente del sindicato de Luz y Fuerza: aquellos medios que lo denostaban no eran independientes, sino maquinarias de otros para difamar a los dirigentes que obstaculizaban sus propósitos de dominación y explotación. Al mismo tiempo, lo asimilaban con los corruptos que utilizaban su posición de poder para beneficio propio. Sin embargo, los trabajadores de su época tenían en claro que esas noticias eran mercancías, por lo que ellos no eran permeables a las operaciones mediáticas, iguales a las que ahora realiza el gobierno nacional.

 

Crear esa conciencia hoy, también es crucial.

 

Resulta imprescindible recordar la carta que mi viejo le escribió a la seccional de trabajadores de la UOM de Villa Constitución, donde afirmó que la principal herramienta de resistencia es la comunicación entre las personas humanas que el modelo explota o excluye, para poder entender el presente y accionar colectivamente en defensa propia, frente al engaño sistemático. “Pacientes, perseverantes y decididos en la lucha”… Tenía muy claro el horizonte: “Si se trabaja con ejercicio de esas tres cualidades, la tarea siempre ha de fructificar en una semana, en un mes o en un año. Nada debe desalentarnos, nada debe dividirnos. Nada debe desesperarnos”.

 

El tiempo que tardemos en construir una fuerza colectiva capaz de revertir la situación actual, es directamente proporcional a la capacidad y habilidad que logremos desarrollar para desenmascarar las mentiras que hoy se producen en plenitud. Y para derribar a esa maquinaria engañosa que nos escupe desde arriba, necesitamos regar el camino hacia una comunicación alternativa más poderosa que todas sus cadenas de hipocresías. Ese camino que siembra La Garganta, todos los días.