Cuando se cierra la garganta, cuando grita el pecho, cuando se agota el antídoto contra el olvido, la mentira y la injusticia, nadie tiene palabras suficientes para llenar tanto vacío, ni lágrimas suficientes para apagar tanto fuego, ni fuerza suficiente para sepultar tanto amor. Si el pasado fue de lucha, si el futuro es nuestro, Eloy mucho más: Nilda no se muere, ni desaparece, nunca más. Y no, no sabemos decir algo tan memorioso, tan verdadero y tan justo como ella, pero sabemos quién puede saberlo: a esa mujer sin amos que nos levantó del suelo, de la rabia infinita y de todas las piñas, la saludamos con el pañuelo de Norita Cortiñas… «Homenajear a Nilda Eloy nos hace pensar en nuestros 30 mil queridos exdetenidos desaparecidos, ésos que ella recordó con entereza cada uno de sus días, para que nadie pudiera olvidarlos. Nos dejó una trayectoria ejemplar, humana y solidaria, a la par de un inmenso compromiso ético con la historia de su vida y de quienes pasaron por aquellos centros clandestinos tan terribles. Todo ese dolor la impulsó a no perder la memoria, para transmitir esas vivencias en la búsqueda de la justicia, como ocurrió con su declaración contra el genocida Etchecolatz. Militante de cada derecho del pueblo y de ningún partido, siempre se mostró activa y bondadosa en el camino por llegar a la verdad, que dejó marcado para los más jóvenes. Son ustedes ahora quienes deben seguir su ejemplo, porque su lucha contra el silencio y la impunidad nunca morirá”.